La convivencia y la paz I


Hace unos días un chico que está en la secundaria me preguntó:

¿Qué es convivencia?

Simplemente es vivir con...

Estoy convencida de que la convivencia se construye a partir de los actos cotidianos, desde los más pequeños y simples en nuestra vida personal, hasta en los más grandes entornos colectivos, escolares, laborales, comunitarios y nacionales, le respondí.

Para que la convivencia sea posible es necesario el respeto y la estimación recíproca. El respeto es atención, deferencia, amabilidad, el aceptar opiniones e ideas que difieran de las propias, en definitiva: consideración. Hay que tener en cuenta la dignidad de la personas y apreciarlas por lo que valen.

El chico insistió:
¿Qué nos conduce a vivir en paz y dejar de lado los desacuerdos y las oposiciones?

La intención que pongamos en las decisiones que tomamos en nuestro quehacer diario y el propósito de las relaciones que construimos y mantenemos para el desempeño de nuestras distintas actividades, pues no nacimos sabiendo cómo vivir juntos, sino que lo hemos ido aprendiendo a través del proceso de socialización en el que estamos inmersos desde que nacimos, y durante el cual percibimos lo que nos rodea según lo que nos van enseñando.

Cada quien observa el mundo según su historia personal y familiar, de acuerdo a sus creencias y sus valores, lo cual nos moviliza a infinidad de maneras de actuar y a múltiples alternativas de promover y abordar las transformaciones. De esa forma comenzamos a captar que
las diferencias no son limitantes, no son excluyentes, forman parte de nuestra naturaleza humana.

Y debemos comenzar a sentirnos estimulados para buscar en esas diferencias los puntos comunes, las oportunidades para complementar lo que pueda enriquecer las propuestas de acción desde cualquier punto donde nos encontremos, que tiendan puentes progresivos para ir construyendo la participación, respetando y reconociendo a los demás, protagonizando los espacios de encuentro y de construcción colectiva como lo son las juntas comunales, parroquiales, escolares, colegiales, universitarias, etc.

Estoy convencida de que la convivencia es posible entre diversas culturas y el contacto ayuda y enriquece a sus participantes...

En nuestras manos está hacer la diferencia entre la exclusión y la inclusión, el conflicto y la paz, entre la desavenencia y la convivencia pacífica, entre la oposición cerrada y la tolerancia.


La paz más que una meta, debe ser el camino para la sana convivencia y requiere que la pensemos, la sintamos, la expresemos y actuemos para trasmitirla y extenderla con el convencimiento de que llegará a todos los ambientes donde seamos portavoces de su necesidad y de su impacto.

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