La convivencia y la paz II



Probablemente en nuestro país, como en muchos otros haya existido buena intención en los educadores al momento de transmitir sus conocimientos a los niños y a los jóvenes, pero hay ocasiones que son esos mismos educadores, llámense docentes, padres de familia, sacerdotes, pastores o dirigentes quienes ponen el punto discordante, sin proponerse quizás, sembrando la semilla que poco a poco generará violencia.

Si los chicos observan y sienten un ambiente de armonía, libertad y comprensión, ellos aprenderán a ser serenos y a dirimir las diferencias de criterio con afecto, con algo muy diferente a los golpes o al insulto que se derivan de unas señales de intolerancia, injusticia y opresión que sufren a diario muchos de nuestros pequeños.

La convivencia armoniosa es un elemento fundamental en el proceso de enseñanza aprendizaje en una doble vertiente: por un lado, porque supone hablar del ambiente en que cada cual se desarrolla debido a su enorme importancia, y por otro, porque es parte esencial del desarrollo de cada persona.

Si bien, educar para la convivencia exige la implicación de todos los sectores de la comunidad educativa: alumnado, padres de familia, profesorado y personal no docente, es necesario adecuar y hacer accesible la información a todos los sectores para favorecer su participación comenzando por aleccionar a quienes tienen la responsabilidad de impartir los conocimiento, no sólo en el plano educativo sino en el día a día.

Por consiguiente, para lograr a futuro una convivencia en paz, es necesario un proyecto que abarque todos los aspectos que la cotidianidad exige, fomentar la información, la tolerancia, la participación, el respeto, la comunicación y la colaboración.

Son muchísimos los campos en que los seres humanos podemos participar de acuerdo a nuestra formación, a nuestros ideales y sobretodo, de acuerdo a nuestra disponibilidad. A nuestros niños y jóvenes hay que enseñarles que no siempre los anhelos van acordes al ritmo mismo de los acontecimientos personales, familiares, o sociales.

Cada persona puede marcar la diferencia, haciéndose más responsable, más abierta, más comprensiva (sobretodo si son formadores) y comprometiéndose
en las acciones y relaciones, posponiendo la gratificación inmediata para obtener una mayor recompensa más tarde sabiendo que las dificultades en el camino necesitan tiempo y esfuerzo continuo para sortearlas.

Si poseemos la determinación, el entusiasmo, el deseo,
y la creatividad para la acción transformadora ello facilitará el proceso de aprendizaje que nos permitirá romper todos los esquemas obsoletos, principalmente acabar con el paradigma de víctimas que nos hace sentir impotentes y vulnerables ante una realidad hostil que creemos nos ha obligado a desarrollar mecanismos que violentan la vida pública, pretendiendo que es la única manera de resolver los problemas personales y colectivos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno pero les falto