Abuso de la fuerza pública


Para cerrar mis elucubraciones sobre las clases de abusos, me voy a referir a uno que es imposible de creer que exista, porque las fuerzas del orden están llamadas a protegernos y a ser las guardianas de los derechos humanos en todo el mundo, por lo tanto muchos nos resistimos a pensar que esas instituciones tengan miembros que son una verdadera vergüenza para sus filas pues dicen que a veces cometen verdaderos actos abominables.

Existen claros indicios que en muchas partes del mundo los agentes de seguridad pública, quienes tienen como función prevenir los delitos y realizar los arrestos conforme a la ley y al debido proceso; no lo ejecutan respetando los derechos humanos garantizados en las Constituciones de cada nación y en los convenios internacionales sino que a veces en las detenciones insultan, golpean y hay quienes aseguran que les han exigido dinero para dejarlos
en libertad.

La jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos señala que los agentes del Estado tienen la obligación, el derecho y la responsabilidad de hacer cumplir la ley y mantener el orden; pero ello no los pone por encima del bien y del mal. También sostiene que la fuerza utilizada, en caso de ser necesario, no debe ser excesiva. Cuando se actúa con violencia, no se respeta la integridad personal, y se está actuando en forma arbitraria.


En cuanto a los países americanos, la Corte Interamericana ha precisado que, bajo la Convención Americana, los Estados deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si fuera posible, del derecho conculcado (quebrantado, pisoteado) y, en su caso, la reparación de los daños producidos por la violación de los derechos humanos.


Un suceso de abuso de guardias, que desafortunadamente es más común de lo que imaginamos, es el método de tortura para conseguir confesiones de los detenidos. Sé que los Códigos Penales de cada país contemplan los respectivos castigos para quienes degraden de esa forma a los presuntos delincuentes que caigan en sus manos, pero es muy difícil que una persona que haya pasado por tan amarga experiencia le quede aliento para denunciar dicho abuso.

Otra forma muy común de abuso de la fuerza pública es la represión a gran escala cuando se realizan manifestaciones públicas contra algún gobierno o como alguna protesta por un motivo específico. Si bien, en muchas ocasiones he visto grabaciones de policías que huyen de la violencia estudiantil, también ellos no miden la cantidad de gases lacrimógenos y los chorros de agua que les lanzan a los manifestantes, supongo que por un poco de miedo a la multitud o por órdenes superiores.

Esta última es una situación de doble faz; por un lado los miembros de la comunidad tienen derecho a protestar, a salir a la calle a manifestar su descontento por alguna medida política, económica o social y por otro lado en muchas ocasiones los mismos gobernantes ordenan a las fuerzas del orden a reprimir con violencia pues desafortunadamente en medio de quienes efectúan marchas pacíficas, muchas veces se infiltran personas reaccionarias que causan caos.

Tenemos ejemplos de todos esos inconvenientes y de ciertos hechos muy feos en los cuatro puntos cardinales y el mundo sigue su ritmo. Algunos guardianes de cárceles hasta han osado tomar fotografías de las aberraciones y torturas infringidas a los detenidos y que yo sepa no han recibido un castigo ejemplarizante que deje sin ganas a otro de cometer las mismas arbitrariedades.

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