El laberinto del profesor Moncayo

Desde comienzos de agosto quería escribir acerca de una acción singular, según mi criterio, por los entretelones que estuvo rodeada. Sólo esperaba para ver qué reacción tendrían los diferentes actores.

Es increíble pero real que en Colombia existan seres humanos que se hallan secuestrados desde hace diez años. Es el caso del hijo de un profesor de apellido Moncayo que cansado de estar en su pueblo sobrellevando la angustia decidió marchar rumbo a la capital con la misión de entrevistarse con el señor Presidente de la Nación y vivir en la Plaza de Bolívar hasta que le devuelvan a su amado hijo.

El profesor Moncayo no ha sido un hombre adinerado, él no tomó un vuelo que lo llevara en unos minutos a Bogotá; su viaje se convirtió en un peregrinar a pie por la carretera panamericana sur que lo conduciría a su destino.

Durante los 45 días que duró su recorrido la prensa no lo abandonó, él estuvo presente en todos los hogares colombianos en el momento de las noticias, fue así que creó una inmensa expectativa y llenó de ilusión y de esperanza a millones de personas.

Tengo entendido que dicho señor tenía dos fines primordiales: llamar la atención de la opinión pública para que se solidaricen con su dolor y pedir personalmente al señor Presidente que mueva los hilos invisibles del poder para que los guerrilleros le devuelvan a su hijo.

Desde mi punto de vista, ambos hipotéticos fines eran equívocos pues a quien debía hacer un llamado es a los secuestradores, luego a la comunidad nacional y finalmente al gobernante de turno. Es indudable lo sacrificado que ha de ser caminar más de mil kilómetros en pos de una esperanza, pero creo que el profesor Moncayo en su recorrido encontró mucha gente que lo desvió del rumbo inicial lo que lo llevó, al llegar al Bogotá, a prácticamente culpar al señor Presidente del secuestro de su hijo.

Con dicha acción nuestro Presidente ha quedado como el injusto, el intransigente, el monstruo inamovible que no permite la liberación de los secuestrados y con ello los opositores del gobierno y toda clase de resentidos han creído que pueden hasta insultar al jefe de Estado por su aparente negligencia.

Cuando leí acerca de la “caminata” del señor Moncayo estaba segura que la hacía como reclamo o como manifestación de rechazo al grupo que tiene secuestrado a su hijo, pues ellos son los desalmados capaces de retener por tantos años a mucha gente sin importarles el mal que les infringen; lástima que fue, posiblemente manipulado, y como consecuencia de su diálogo con el doctor Uribe el país sintió una gran decepción pues había encendido una luz de esperanza, sobretodo para todos aquellos que tienen la desgracia de contar con un secuestrado en su familia.

Pobre profe le va tocar esperar mucho, pero él debe estar preparado ya que los alzados en armas recién han entregado los cadáveres de secuestrados “caídos” hace algunos meses; sería fantástico que llegaran a un acuerdo humanitario en este mismo año, así se acabarían las penas de muchas familias, incluida la del profesor caminante.

En esta semana me he enterado que el profesor Moncayo decidió dejar su carpa de la Plaza de Bolívar de Bogotá y partir rumbo a la Unión Europea en busca de apoyo a sus requerimientos.

Y para aquellos que alegan que el Estado no ha sido capaz de cumplir con aquel derecho humano:
“toda persona tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad jurídica”,
deberían pensar que eso sería muy fácil si todos los individuos actuaran de la forma que les plazca, siempre que al hacerlo, no priven a otros del mismo derecho pues todos los seres humanos debemos tomar conciencia de la responsabilidad por la consecuencia de nuestros actos.

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