Los Derechos Humanos e Ingrid Betancourt


La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue adoptada y proclamada el 10 de diciembre de 1948 por la resolución 217 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como respuesta a los horrores de la segunda guerra mundial y como un intento de sentar las bases del nuevo orden internacional.

Para los estudiosos, el enfoque del Estado de Derecho, con sus variaciones, que se contempla desde aquella época, parece complementarse con el énfasis creciente de
la noción de derechos humanos que en las últimas décadas creen que ha llegado a su cenit, pero la realidad para el común de los mortales es otra.

En todo el mundo levantan pancartas y banderas de lucha en nombre de esos renombrados derechos, sin darse cuenta que la represión de la que son objeto quienes manifiestan públicamente sus pensamientos es una acción flagrante que mina la libertad de expresión y sus derechos individuales.


Todos los años el 10 de diciembre, se efectúan infinidad de reuniones para exaltar la magnitud del trabajo realizado por miles de organizaciones que supuestamente vigilan que esos derechos se cumplan. Esas reuniones terminan alegremente felicitándose entre sí por la gran labor realizada, sin pensar que gran parte de los seres humanos no han tenido, no tienen ni tendrán reconocidos sus más elementales derechos y se hallan literalmente abandonados a su suerte.

Ese es el caso de los millones de personas que en este momento, en todo el mundo, reciben todo tipo de maltratos, de desigualdades, injusticias y vejaciones. Hoy me refiero sólo a un grave problema: Los secuestrados, una forma de enterrar vivos a los seres humanos.

¿Cómo se le puede robar a alguien la vida, el amor, el tiempo, los deseos de vivir, las ilusiones y todo aquello que hace parte de la existencia humana?

¿Cómo se puede existir sin volver a saber de los hijos, de la familia, de un tierno abrazo, de las nuevas tecnologías, del mundo, de las últimas publicaciones de ese autor que tanto nos gusta?

El secuestrado no puede tener esa hermosa experiencia de sorprenderse cada mañana con el regalo de la vida, con la alegría desbordante de ver a los hijos crecer, transformase física e intelectualmente cada día, no pueden escoger a dónde ir, qué ropa ponerse a diario, qué comer, ni siquiera tiene derecho a expresarse.

El calvario del secuestro debe ser lo más duro que deba enfrentar un ser humano, sé que hay personas que están en ese cautiverio más de diez años, pero en este momento pienso en Ingrid Betancourt, para ella como mujer, ha de ser más duro.

Le ha de torturar la idea que a ella no la interceptaron y la detuvieron expresamente. Todos los días le ha de pesar el no haber hecho caso al ejército y al presidente de esa época que le advirtieron que si entraba en la zona del Caguán, no podían responder por su seguridad pues en aquella época ese era un territorio de la guerrilla y el Estado carecía de jurisdicción allí.

Ha de extrañar además de las hermosas reuniones familiares, esos alimentos que le encantaban, aquellas frutas frescas que degustaba a diario, esa ropa que le regaló alguien especial, un baño decente, esas cremas que son tan refrescantes y que nos gustan tanto, aquellas fragancias entrañables, esos libros que la divertían mientras enriquecían su intelecto…

¿En dónde están sus derechos y su libertad?

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad jurídica”.

“Nadie será sometido a torturas, ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, no se le podrá ocasionar daño físico, psíquico o moral”

“Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia”.

¿Quién rayos hace que se cumpla tanta belleza?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un mundo libre no puede permitir la atrocidad del terrorismo. Un mundo libre no puede promover la destrucción de las vidas. Un mundo libre requiere paz.

Rud dijo...

Así es, mi estimado señor anónimo. Cuando toda la población de la tierra pueda caminar libremente por el mundo sin temor a ser secuestrada, asaltada, etiquetada, excluida por su color, nacionalidad, ideas políticas o su condición económica, podremos decir que la humanidad ha evolucionado y vive en un estado real de derecho, sin guerras, violencia o envidias.