La expresión de sentimientos


Han sido muy pocos los textos que he escrito y que tienen algo qué ver conmigo. Quizás aquellos en donde hablo acerca de los hijos y, de alguna manera, pienso en ellos al momento de expresar sentimiento maternales, eso ciertamente es inevitable pues hemos tenido una relación bellísima.

El jueves 14 del presente publiqué el artículo titulado “Ni de aquí, ni de allá”. Sorprendentemente me han telefoneado algunas personas para decirme que lamentan que la relación con mi esposo no sea buena.

¿De dónde han sacado dicho disparate?

En ningún momento he abordado un tema íntimo; pues considero que lo que sucede en
un hogar, únicamente debe importar a sus miembros. Me he referido al arraigado sentimiento patrio, que en muchas personas es supremamente fuerte, pero para otras poco a poco se desvanece cuando se encuentran fuertes circunstancias que nos ponen los pies sobre la tierra.

Hablé en primera persona y en plural, pero casi la totalidad de aquello lo había escuchado a muchas amigas que son de diferentes lugares del planeta y viven en el país de su marido. No he manifestado nada textual, simplemente vi que el tema se prestaba para redactar un comentario poniendo una buena dosis de sentimientos.

Cuando escribo, siento una especie de inspiración, mis dedos vuelan sobre el teclado, me dejo llevar por la imaginación y por la información que necesite, según el tema y dejo plasmado un poco de mí, pero no de mis vivencias conyugales. Es muy semejante a lo que me sucede cuando dibujo o pinto: escucho unas melodías hermosas, pienso en situaciones que me han llenado de júbilo y que he imaginado que podría recrearlas en un cuadro.

Me muevo en el mundo de lo estético, de lo dulce y adorable. Me deleito con la belleza, el goce, el amor, el esplendor de la naturaleza, el gusto por las fragancias agradables y la ternura. Mis obras están llenas de alegría, de luz, de esperanza, de magia, de música… son un canto a la vida. Ninguna de ellas representa algo que haya vivido, contienen mis elucubraciones sobre algunos temas, algunos sueños, ilusiones expresadas por otros seres, muchas ideas…

La expresión de sentimientos casi nunca habla de los propios; alguna vez escuché en un noticiero de TV que le demostraban a un canto-autor el pesar porque supuestamente su mujer lo había dejado; éste sorprendido dijo:

- Mi relación matrimonial está de maravilla, ¿a qué se debe tu preocupación? Pensé que era autobiográfico aquello de “y quién es él, en qué lugar se enamoró de ti…” Contestó el confundido locutor.

¿Y qué pasó con aquello de ser de ningún lado? Algo muy agradable, ser ciudadana del mundo es algo que siempre me ha interesado.

La fiesta de san Juan


Se cree que los celtas, muchísimos años antes del cristianismo, celebraban unas fiestas especiales la noche más corta del año, el día del solsticio de verano en el hemisferio norte. Con el advenimiento del cristianismo, la iglesia acomodó las fiestas existentes con las suyas y he ahí que nació la fiesta de san Juan.

En la antigüedad había la creencia que el sol no volvería a su esplendor total pues, después de esa fecha, los días eran cada vez más cortos. Así se crearon los rituales con el fuego: fogatas, hogueras… para simbolizar el poder del sol y ayudarle a renovar su energía.

El rito purificador de las hogueras se completa con agua y plantas mágicas, que se dejan en agua toda la noche para lavarse por la mañana. Por eso cada 23 de junio los mercados por la mañanas tienen fragancia de: flores, romero, menta, manzanilla, rosas..., que se venden por ramilletes en puestos ocasionales sólo durante ese día.

En España, la noche de San Juan (23 de junio), es de tradiciones mágicas, se caracteriza por la multitud de hogueras que iluminan la noche, la gente arroja a la hoguera antes de su encendido pequeños objetos, conjuros, deseos e incluso los jóvenes lanzan pequeñas anotaciones del curso, todo ello con el objetivo de hacer desaparecer los malos espíritus.

La costumbre más común en todas las localidades es el baile del fuego; además el rito de mojarse los pies en el mar o en cualquier fuente de agua a las doce de la noche para limpiar el espíritu de algunos males.

Queramos o no, la festividad de San Juan es de origen pagano y desde sus orígenes los pueblos de Europa ya encendían hogueras en sus campos durante la noche anterior. Actualmente, son muchas las personas que aprovechan la noche más corta del año para celebrar la llegada del calor con rituales y costumbres muy diversas.

Los españoles durante la colonia trajeron a América esta costumbre, ya cristianizada. Es así que en diferentes lugares de Sudamérica existe dicha celebración, no como copia de las que se realizan en la península ibérica sino que cada región tiene su propia manera de festejar, como en Bolivia, en Chile, en Colombia, en la amazonía peruana y en Venezuela. En la serranía andina norte de Ecuador celebran algo llamado inty raymi:
es la principal celebración de los pueblos indígenas de los Andes para dar la bienvenida al solsticio de verano cuya fecha clave es el 21 de junio, que marca el final y el comienzo del año agrícola.”
Esta es una fecha (la de san Juan), en la que abundan las leyendas fantásticas.

Quienes creen en ello son unánimes al decir que es un período en el que se abren de par en par las invisibles puertas del otro lado del espejo: se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la Luna seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de encantados espíritus de duendecillos enamorados amparados en la oscuridad de la noche y en los matorrales; el amor florece y debes tener pareja, pues si esa noche duermes solo, te irá mal en amores el resto del año.


En la noche mágica de san Juan, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta, es el momento propicio para el amor, para estremecernos, ilusionarnos, reflexionar… y si no hay nada mejor qué hacer, narrar a nuestros hijos, nietos o amigos toda clase de cuentos y anécdotas que nos sepamos o tomar una guitarra y entonar dulces melodías alrededor de la hoguera.

Al día siguiente, muy temprano debes ver tu sombra, si no te ves la cabeza significa que cualquier día de los próximos 365, morirás, ja.

No ser ni de aquí, ni de allá.


Lo que hoy expreso lo entenderá mejor alguien que haya vivido muchos años alejado de su país. Lo he escrito después de haber leído la bitácora de una persona que únicamente ha escrito quejas de su país de residencia.

¡Patria! te adoro en mi silencio mudo,
y temo profanar tu nombre santo.
Por ti he gozado y padecido tanto
cuanto lengua mortal decir no pudo.
No te pido el amparo de tu escudo,
sino la dulce sombra de tu manto:
quiero en tu seno derramar mi llanto,
vivir, morir en ti pobre y desnudo.
Ni poder, ni esplendor, ni lozanía, son razones de amar.
Otro es el lazo que nadie, nunca, desatar podría.
Amo yo por instinto tu regazo,
madre, eres tú de la familia mía;
¡Patria!
¡De tus entrañas soy pedazo!


Desconozco quien escribió ese poema, me lo hicieron aprender en el colegio para recitarlo en el momento de izar la bandera. Lo decía mecánicamente pues a esa edad ni siquiera tenía consciencia de lo que significaba patria. Estaba muy lejos de pensar que algún día diría lo siguiente:

Si parto del principio que en el mundo existe más amor que odio, en todas partes podemos encontrar gente maravillosa, gentil, atenta, amable, honrada, generosa, correcta y con abundante ternura para dar y recibir; al menos si el grupo no es mayoritariamente xenófobo.

Cuando por amor o por obligación laboral tenemos que dejar nuestro país y vivir un largo tiempo en uno que es “prestado”, comenzamos por ver lo malo de la nación receptora, sobretodo, si no ha habido buena acogida por parte de los familiares de la pareja; todo nos parece inconveniente y cual amor lejano, idealizamos aquella patria que nos fue arrebatada, aquel terruño amado en donde las fragancias, paisajes y habitantes nos eran tan entrañablemente conocidos.

La soledad nos invade aunque estemos rodeados de muchos amables desconocidos y es más intensa cuando en nuestro entorno tratamos personas que no se cansan de recordarnos una y otra vez que nuestras opiniones son inválidas porque no hemos nacido en ese lugar, nuestros conceptos acerca de política mejor esconderlos muy dentro pues nada tenemos que decir, si posiblemente, según ellos, nuestro país está peor. Nada más lamentable que la posición de algunos cuando con tono triunfal dicen: “eso no se acostumbra aquí”, “aquello será algo habitual en tu país pero aquí somos diferentes…” “Yo por lo menos soy de aquí y mucha gente me conoce…”

Es ahí cuando se toma la decisión de edificar un mundo propio en el cual únicamente entra la familia, unos pocos “amigos”, los condiscípulos propios o de los hijos y aquellos que por cuestiones laborares, de estudio o del género que sea tenemos que tratar.

Y seguimos por el camino de la vida viendo pasar las estaciones, trabajando sin descanso, observando extasiados la naturaleza, los acontecimientos, el maravilloso crecimiento de los hijos y todo aquel sentir primero deviene en nostalgia de una música grata, de un sabor añorado y nos damos cuenta que ya no tenemos patria, que ahora somos de ningún lado…

Colombia “italianizada”


Dicen los historiadores colombianos que allá por el año 1897 llegó el cine a Colombia, dos años después que los hermanos Lumière estrenaran el cinematógrafo en París. El cine en Colombia se desarrolló gracias a la iniciativa privada de los hermanos Vicenzo y Francesco Di Domenico, no sólo impulsaron la presentación de cine sino que se aventuraron a realizar sus propios documentales. El primero de ellos fue: “Drama del 5 de octubre.”

Los hermanos Di Domenico también construyeron la primera sala de cine llamada “Salón Olimpia”.

Pero no voy a hablar de cine, sino sobre la ingerencia positiva que algunos italianos han tenido en Colombia:

La música de nuestro himno nacional fue compuesta por Orestes Sindici.

El primer mapa del territorio colombiano fue realizado por don Agustín Codazzi.

El puente del Humilladero en Popayán fue construido por el arquitecto Fray Serafín Barbetti.

El encargado de levantar los planos para la construcción de la catedral de Villanueva en Medellín fue el ingeniero Felipe Crosti.

El diseño arquitectónico de la fachada frontal del Capitolio Nacional fue obra del arquitecto italiano Pietro Cantini quien también fuera el encargado de la construcción del Teatro Colón, inaugurado el 26 de octubre de 1895, su función de estreno: presentación de la ópera Ernani de Giuseppe Verdi.

La hermosa estatua de “La Rebeca” en Bogotá fue esculpida por Tito Ricci.

El monumento a Cristo Rey en Cali lo hicieron los hermanos Alindo y Alideo Tazziori.

El Simón Bolívar de Medellín: Mascarioni.

El monumento Arco Iris de luces de la torre de Colpatria fue ideado y ejecutado por Gianni Capena, Massimo Morati y Fabio Novarese.

Y el Club del Comercio de Bucaramanga, construido por Pietro Colombo Monticoni.