El ahora

La historia de una persona no comienza realmente con el nacimiento, al menos para ella, pues su madre tendrá presente a esa criatura desde la concepción, el crecimiento en el ceno uterino, su advenimiento, su primera sonrisa, sus primeras palabras, sus maravillosos primeros años…

Somos capaces de realización desde muy temprano en nuestra vida, no salimos hechos intelectualmente del vientre materno, todos nuestros conocimientos los adquirimos poco a poco de cara al futuro. (Aunque Rousseau decía que el hombre recibe su educación cien años antes de nacer.)

Nuestra vida es una acumulación de instantes, pero nuestro tiempo no es un fluir de momentos monótonos entre sí. Según el talante y la manera de enfrentar los acontecimientos, nuestros “instantes” se animan mediante pulsiones más o menos intensas de acuerdo a la personalidad de cada uno.
Siempre he dicho que no podemos estancarnos en el pasado, pero no niego que el ser humano conlleva en el presente la posesión del pasado que lo ayuda a proyectarse hacia los tiempos venideros. Y si bien es cierto que los acontecimientos pretéritos son parte de nuestra historia, no podemos estar a diario “rumiando” aquellos sucesos que, quizás nos hayan hecho daño: borrón y cuenta nueva, para que el lado positivo de la vida esté siempre a nuestro lado.

Nos enamoramos, tenemos pareja, vienen los hijos, los criamos y vivimos llenos de su dulzura, ternura y de todo ese amor que nos brindan a manos llenas, pero los retoños crecen y
un día vuelan como alegres golondrinas a construir su propio nido y no podemos vivir anclados recordando a diario los maravillosos momentos que hemos compartido, sino que esas vivencias deben servirnos para fundamentar la etapa siguiente de nuestra existencia.

Lo sucedido se queda para construir día a día nuestro presente. Podemos vivir en un mundo organizado gracias a las acciones de quienes nos han precedido. Ahora somos algo por lo que hemos sido, por las experiencias y conocimientos adquiridos. El presente es fruto del pretérito y anticipación del futuro, aunque dejemos de existir.

La mayoría de seres humanos tienen dominio de sus actos, capacidad de decisión, es por ello que pueden ir articulando a través del tiempo las opciones que mejor les parezcan; por tal motivo detesto que alguien diga que quiso se intelectual o cualquier otra cosa y no pudo.
¿A qué espera? Nunca es tarde para empezar, para ir por nuevas sendas y no estar sentados culpando a los sucesos del pasado.

El ser humano realiza su propia existencia
a partir de un nivel cultural alcanzado por las anteriores generaciones y sus descendientes podrán ir más lejos en la adquisición de conocimientos si en el presente, los padres del mañana, se esmeran en acercarse a un grado cultural óptimo.

El nacimiento, mi querido lector, es un llamado; puedes llevarlo hacia una respuesta de acuerdo con las pinceladas de creatividad, constancia, amor fuerza de voluntad, tenacidad, firmeza y generosidad que poseas; e ingenio para superar las dificultades que
encuentres en el camino.

Hay que aprovechar el presente, vivámoslo a plenitud, el ahora está aquí, el pasado es nuestra historia y el futuro no estamos seguros si llegará.

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