El cumpleaños de un hijo


Sin duda alguna lo mejor que me ha sucedido ha sido ser mama. El tiempo de espera es maravilloso; el nacimiento y luego tener al hijito en los brazos es lo más grandioso que le pueda suceder a un ser humano.

Pero el asunto no queda ahí, luego de dar a luz, viene una época en que todo es ternura, los primeros cinco años no sólo son los años felices para el niño sino para sus padres. Para el primero porque aún carece de obligaciones serias en el estudio y para sus progenitores pues nada puede hacernos más dichosos que la felicidad de nuestros retoños.

No existen palabras adecuadas para expresar la enorme alegría de las primeras sonrisas del bebé, sus primeras palabras, sus primeros pasos, su aprendizaje, su cariño, sus travesuras y su apego.

Ver crecer a los chicos, observar día a día su transformación es un regalo maravilloso, como lo es cada uno de sus los logros, de su vivencias, de sus gestos llenos de amor para la familia.

Cumplir la hermosa tarea de enseñarles muchas cosas necesarias para la vida, encaminarlos por la senda de la responsabilidad y llevarlos rumbo a su autosuficiencia ha llenado mi vida de dulces expectativas y de la alegría de recibir su afecto. Los hijos son regalos divinos.

Cada vez que un hijo cumple años, lo veo desde el instante de su nacimiento y en mi mente pasa como película cada momento, cada etapa de su hermosa existencia. El próximo lunes es el aniversario del nacimiento de mi hijo mayor, él sabe cuánto lo quiero y también es consciente del cúmulo de bendiciones que pido para él: es un ser excepcional.

Esto va para él:

Si alguna vez te sucediera algo que te parezca doloroso, injusto u horrible, debes entender que a todos nos sucede y son asuntos que si no los superáramos, jamás podríamos realizar nuestro potencial, nuestra fuerza interior o el poder de la mente y de nuestro corazón.

Todo sucede para dejarnos una enseñanza, para ayudarnos a enriquecer nuestra mente: las enfermedades, la partida de un amigo, el amor, las heridas, la lejanía de un ser que amemos, los momentos de triunfo o de pérdida; todo eso ocurre para poner en jaque nuestros límites.

Sin esas pruebas la vida sería como una sinfonía jamás interpretada, o como dejar un lienzo en blanco, sin las pinceladas que le den forma, color y belleza.

Las experiencias agradables son muy lindas, pero quizás sean más significativos en nuestra existencia los tropiezos, de ellos sacamos grandes experiencias, pues lo importante no es, no haber caído nunca, sino levantarnos cada vez que caigamos.

Feliz cumpleaños, mi querido hijito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades también para la madre. Gracias por haber criado a un hombre extraordinario y también gracias a Dios me ha permitido compartir mi vida con él.

Marcela

Mauricio dijo...

Muchas gracias por las bonitas palabras que le ayudan a uno a mantenerse a flote tanto en las alegrías como en las penas. Les quiero mucho.