¿Hacia un nuevo oscurantismo?


En marzo de este año, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al parecer, por presiones de los países islámicos, aprobó un documento que "repudia la violencia y los ataques físicos y psicológicos contra las personas, en función de su religión o creencias"; según he leído en el diario El Tiempo de Bogotá.

Hasta ahí todo parece normal, no creo que haya una sola persona que se oponga a la violencia, sobretodo si es por motivos religiosos y más aún si la propuesta proviene de países que en algún momento han maltratado a sus semejantes por discrepar con sus ideologías espirituales.

Algunas organizaciones no gubernamentales han denunciado que en realidad los islamistas se han propuesto trasladar la ley moral islámica a las resoluciones de la ONU, o la consagración de que todo ataque al Islam sea una grave afrenta contra la dignidad humana. Asunto, que de ser cierto, me parece absurdo, pues más afreta contra la dignidad humana es mantener a sus mujeres con el burka.

Dicha resolución entroniza el castigo de cuanto las religiones consideren ofensivo. Por un lado está bueno el respeto a los credos de la gente aunque no los compartamos, pero ¿en dónde queda la libertad de expresión?

De seguir el avance de los islámicos en las resoluciones de la ONU pronto tendremos una nueva inquisición. No podemos olvidar que hace años fue el cristianismo quien puso las reglas y envió a la hoguera a todos aquellos que opinaban diferente; claro, previa tortura muy bien orquestada por los “santos varones” de aquella época. Aún ahora salen algunos retrógrados a hablar de excomulgar a los magistrados que hayan aprobado leyes que no estén de acuerdo con su fundamentalismo.

Si bien, la declaración universal de los derechos humanos en su artículo 18 consagra el derecho a la libertad de pensamiento consciencia y religión; no es menos cierto que el artículo 19 de dicha declaración dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

No debemos hacer mofa de las creencias ajenas. Está muy mal la intolerancia y la exclusión de las personas por cuestiones raciales, nacionalismos o creencias religiosas; pero ya no estamos en la edad media, todos podemos hacer llegar nuestra protesta a la ONU por aprobar algo que a todas luces es una afrenta contra la libertad de expresión.

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