He estado en el limbo


Aunque hace algún tiempo, los encargados del Vaticano dijeron que la figura del limbo quedaba descartada porque “comprobaron” que hubo una especie de equivocación pues el papa no ha sido tan infalible como se creía; yo francamente que desde hace un par de semanas he estado allí.

Una especie de influenza estacionaria me he llevado. Todo se ve como entre neblina, algo así como Londres en ciertas épocas del año. No es del todo malo pues no se ven, ni se leen noticias, no se puede hablar mucho, o hay que hacerlo con una voz muy baja, tampoco cantar pues asustaríamos hasta a los grillos, dar explicaciones tampoco pues el cerebro se encuentra inmerso en una especie de galimatías o confusión que vendría a ser lo mismo.

Estar en el limbo nos hace soñar en todo aquello que realizaremos tan pronto salgamos de allí, incluso pensamos en cómo mejorar al mundo, por ejemplo: cómo recolectar el agua de la lluvia cuando abunda en un lugar para guardarla para la sequía, o para conducirla hacia donde el estío ha matado hasta el ganado.

Lo inconveniente de encontrarse en el limbo es que las obligaciones se tornan más difíciles, el tiempo se desvanece y ni siquiera se pueden visitar los blogs de los amigos. Es increíble, pero ni siquiera el doctor sonrisas logró sacarme de allí.

Afortunadamente ya me encuentro de salida. Los ensueños, el descanso, la fiebre, los cuidados, las comidas especiales, los mimos y otros quieren retenerme; pero la realidad, la vida y la enorme belleza que ella encierra me atraen.

El doctor sonrisas

En el estado de Massachussets, en EU, vive un médico llamado Anthony Palumbo quien atiende a sus pacientes en los lugares en donde ellos se sientan más a gusto. Posee un consultorio que resulta ser un lugar de ensueño para los niños; tiene hermosas y soleadas habitaciones llena de juguetes, títeres, marionetas, ingenio y mucha creatividad para atender a sus pacientes.
Este maravilloso psiquiatra que atiende a chicos y a jóvenes que hayan optado por refugiarse en el silencio frente a grandes problemas o cuando por operaciones o situaciones difíciles se hayan sentido gravemente lastimados, es en verdad un ser humano excepcional.
El Dr. Palumbo, llamado cariñosamente el "doctor sonrisas", cura a través de una mezcla de técnicas analíticas y conductivas invadidas de gran alegría pues domina infinidad de rutinas cómicas, parodias, personajes y cuentos que quedaron en su intelecto luego de veinte años de investigación y práctica como titiritero.
Sus pacientes son enviados por orientadores escolares, pediatras y en ocasiones por hospitales psiquiátricos. Muchos de ellos llegan llenos de frustraciones y sentimientos de impotencia que pueden dejar las separaciones y otras desgracias.
Ha confeccionado y coleccionado infinidad de títeres a los que les ha escrito sus propias historias, ha adaptado algunos de ellos para que los puedan manejar niños con discapacidades y un buen día transformó un viejo bus escolar en un centro de juegos y comenzó a llevar el teatro de títeres a los albergues de gente sin hogar.
Qué maravilloso que este doctor haya sacado partido de los efectos beneficiosos que nos causa el buen humor. En lugar de estar agobiados por el infortunio, con el Dr. Sonrisas disfrutan y se comportan como si su males hubiesen desaparecido.

El muro de Berlín

El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió a Polonia, desató la II Guerra Mundial y sembró la semilla de la división; la cual tomó forma en 1945 cuando, en la Conferencia de Potsdam, las tropas aliadas se repartieron los restos de la Alemania nazi. En este entorno post-bélico la URSS comenzó a diseminar el socialismo en los gobiernos de Europa Oriental.

Pronto la tensión entre el capitalismo y el socialismo se hizo tangible en Berlín: los soviéticos establecieron un sistema socialista en sus zonas, y EEUU, Francia y Reino Unido unificaron las suyas creando la República Federal de Alemania el 23 de mayo de 1949. El 7 de octubre nació la RDA; Alemania quedó partida en dos. Lo malo es que también dividieron a la capital.

A pesar de que las fronteras entre Berlín Este y Oeste estaban vigiladas, cerca de tres millones de personas huyeron en busca de un futuro mejor entre 1949 y 1961. El Muro se levantó supuestamente para evitar esa “peregrinación”.

En plena guerra fría, el plan se mantuvo en el más estricto secreto hasta que, en la noche del 12 de agosto de 1961, comenzó la construcción. Ese asunto puso al mundo en tensión, hubo el miedo que empezara una nueva guerra. La división del territorio alemán y la vergonzosa construcción del muro, restringieron el derecho de los alemanes a vivir unidos, en libertad y en democracia.

En 1985 el ascenso al liderazgo de la URSS de Mijaíl Gorbachov, precursor de la apertura soviética con su 'perestroika', devolvió al mundo una colaboración entre las grandes potencias que no se había visto desde 1945. Reagan y Gorbachov fueron los protagonistas de esta nueva frase histórica. El estadounidense, el 12 de junio de 1987 ante la Puerta de Brandeburgo y con el Muro a su espalda pronunció estas inolvidables palabras: «Secretario general Gorbachov, si usted realmente desea la prosperidad de la URSS y de Europa oriental, si quiere sinceramente la libertad, venga aquí, abra esta puerta». Hizo una pausa y, con las cámaras de todo el mundo enfocándole, añadió: «Señor Gorbachov, derribe este muro».

Pero el soviético no le podía hacer caso al presidente estadounidense pues él tenía sus propios proyectos. En agosto de 1989, Hungría eliminó sus restricciones fronterizas con Austria y en septiembre, más de 13.000 alemanes del este cruzaron la nueva brecha abierta en el Telón de Acero.

Honecker, primer mandatario, en esa época de la Alemania del Este, presionado por el del Politburó tuvo que renunciar; su sucesor, Egon Krenz, decidió permitir la libre circulación de personas hacia Berlín Occidental y lo anunció un funcionario suyo en una rueda de prensa que pasó directo a la Historia, el 9 de noviembre de 1989: «Los viajes privados al extranjero se pueden autorizar sin la presentación de un justificante, motivo de viaje o residencia. Las autorizaciones serán emitidas sin demora”.

El Muro estaba abierto. Todos los medios difundieron la noticia y miles de berlineses del Este se presentaron en los puestos de control exigiendo cruzar. Ni las tropas de fronteras ni los funcionarios estaban informados, así que fue la presión popular la que abrió la frontera. Ese día cayó el principal símbolo de la Guerra Fría; el muro del que los seres humanos deberíamos avergonzarnos.

Posteriormente Helmut Kohl, quien desempeñó el cargo de canciller de Alemania entre el 1 de octubre de 1982 y el 27 de octubre de 1998, fue el artífice de la reunificación alemana el 3 de octubre de 1990; una unión que no sólo fue política sino económica, social y monetaria.

"Alemania del Este estaba más o menos en ruinas cuando se produjo la unificación. Fue el pueblo quien derribó el Muro, pero la República Democrática en sí estaba a punto de caer por una desastrosa crisis económica de todas formas"; la UE ha invertido casi 48.000 millones de euros en las regiones de la antigua RDA desde 1991.

A pesar de las consecuencias funestas que trajo el muro de Berlín, los seres humanos somos duros para aprender lecciones que no nos toquen directamente y seguimos levantando muros de concreto como el de EU para que no pasen los latinoamericanos o el de los israelíes. También levantamos muros ideológicos para que no pasen los productos del país vecino aunque les falte a la población, pues supuestamente son “servidores del imperio”; o existen los países que creen que la carrera armamentista les dará más bienestar a sus gobernantes y anteponen el muro de la incomprensión antes que el de la conciliación.

¿Qué es la ludopatía?


Cuando una persona comienza a jugar o a hacer apuestas de una manera compulsiva o patológica; cuando el juego se transforma en un laberinto sin salida que lleve al individuo a no poder resistir el impulso de jugar una y otra vez provocándole, en consecuencia, graves problemas económicos, familiares y psicológicos podemos decir que estamos ante un cuadro típico de ludopatía.

Comúnmente se le llama “adicción al juego” y ésta no aparece de un momento a otro. Puede iniciarse en cualquier etapa de la vida. En un principio juega algunas monedas, pero poco a poco la persona es invadida por el deseo de jugar sin medida, sin freno, de manera que llega a destinar todos sus ingresos, incluso se endeuda para seguir con su “afición” que a esas alturas es ya un verdadero vicio del que ya no puede salir solo.

La ludopatía, tal como sucede con otro tipo de adicciones es ocultada por la persona que la padece, se niega a aceptar que tiene un grave problema. Al parecer, todo comienza a descubrirse cuando en el hogar se nota que ya no alcanzan los ingresos y que éstos parecería que se disolvieran en la nada.

Para una efectiva rehabilitación es necesaria ayuda psicológica, ingreso a grupos de análisis y reflexión, además es de muchísima importancia el apoyo del entorno familiar.

Desde hace algún tiempo, ha marcado una fuerte influencia la fácil disponibilidad de salas de juego, la escasa reglamentación al respecto y el rápido acceso al dinero con el que generalmente el jugador sueña.

Cuidado, que a los chicos después del colegio les atrae “distraerse” con esas máquinas de juegos electrónicos, algunos creen que podrían obtener un dinerillo fácil, pero día a día pierden su mesada, comienzan a atrasarse con sus tareas escolares, a ser irascibles, a retrasarse en sus obligaciones y de pronto se vuelven solitarios.