Diferencia entre desplazados y refugiados



Tanto los desplazados como los refugiados son personas que huyen de sus hogares dejando atrás sus pertenencias por diferentes motivos; especialmente porque su supervivencia se encuentra amenazada. Estas personas huyen de
 
los conflictos bélicos o de violaciones de los derechos humanos generalizadas, así como de catástrofes naturales o provocadas por el ser humano.

Ha habido desplazamientos que han necesitado de asistencia rápida por el hecho de haber ocurrido en circunstancias excepcionales, como el tsunami en el Océano Índico en 2004, el terremoto en 2005, el ciclón Nargis en Myanmar en 2008 y las inundaciones en 2010 en Pakistán y en este mismo momento millones de personas enfrentan una hambruna desesperada por la sequía que azota a la región africana de Sahel, Senegal y que probablemente han de causar un gran desplazamiento en busca de alimento.


Los países con más desplazados son Sudán, Colombia, Iraq, Uganda, Turquía, República Democrática del Congo y Argelia, con cifras que van desde poco más de cinco millones en Sudán, al millón de los últimos tres países.
La ONU define refugiado como una persona que se encuentra fuera de su país y no puede volver a él debido a un temor de persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenecer a un determinado grupo social u opinión política.

He ahí la diferencia: el desplazado deja sus tierras, su lugar habitual de residencia y se asienta en otra región de su país, mientras que el refugiado, en su huida se va al exterior.

Las naciones unidas crearan en 1951 el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) como institución internacional para proteger y asistir a los refugiados del mundo, tanto como, para buscar soluciones duraderas a dicho problema, esto último realmente una misión casi imposible.

Según la definición de ACNUR, “cuando un civil que huye cruza la frontera internacional de su país, él o ella se convierte en un refugiado y como tal recibe protección internacional y ayuda; pero si una persona en circunstancias similares es desplazada dentro del país, se convierte en desplazado interno”. Naturalmente, no basta que crucen la frontera para que se conviertan en refugiados: el país que los acoja debe reconocerlos como tal. Además, quien recibe el trato de refugiado no puede volver a su país de origen.

Envío mi abrazo fraternal a todas aquellas personas que forzosamente han tenido que desplazarse o están con el difícil status de refugiados, a todos aquellos que se hallen lejos de sus paisajes, de sus sabores, de sus fragancias y sonidos amados; que mi Dios los acompañe.

La guerra y los niños


 Si bien, en un conflicto armado todos perdemos, en realidad son los niños quienes se llevan la peor parte puesto que no alcanzan a comprender lo absurdo de los hechos y porque generalmente se encuentran en medio de un asunto ajeno.

 A través de la historia se ha conocido la inhumana utilización de los niños en busca de resultados halagadores para quienes estén involucrados directamente; de esa manera hemos conocido que algunos paranoicos al encontrarse con su ejército mermado, han echado mano de los adolescentes y hasta de los chiquillos.


Pero todo el mal no está ciertamente en que los envíen al frente como carne de cañón, sino porque siendo los niños más vulnerables, los Estados deberían velar directamente por su bienestar y dejarlos totalmente fuera de situaciones políticas o de guerras que sólo nos han llevado a la ruina, no solo económica sino intelectual.

A quienes hay que proteger primeramente, en caso de guerra son a nuestros niños y jovencitos pues de ellos depende el futuro de la humanidad. Que se maten, si así lo desean, los mayores, aquellos que no sean capaces de llegar a diálogos civilizados con sus oponentes.

He leído que en este mes se cumplen cuarenta años de haber tomado un reportero esta foto que muestra el horror vivido por niños vietnamitas quemados con Napalm; y el fotógrafo creyó que esa imagen cambiaría al mundo.

¡Cuán equivocado!

Esa imagen de dolor nos ha entristecido muchísimo, pero no lo suficiente para que los amos del mundo se conduelan y acaben definitivamente con las guerras fraticidas.