Luego
de la industrialización de la salud donde las múltiples aseguradoras médicas
hacen un sinnúmero de maniobras para atraer gente a sus empresas, me temo que
la cuestión salud se ha vuelto un vergonzonso negocio y los pacientes hemos
devenido en clientes.
En
la actualidad es más peligroso ir al médico que manejar un auto sin saber
conducir, pues la mayoría de galenos buscan la manera de ralentizar lo más
posible la mejoría del enfermo que esté tratando, para ver multiplicadas sus
ganancias.
Cuando
el doctor insiste en saber el nombre de la aseguradora antes que preguntar qué
síntomas te llevó a su consultorio, sería mejor salir corriendo de allí.
También hay que pensar muy detenidamente cuando el galeno insiste que hay que
hacerse un increíble número de exámenes de laboratorio, tomografías,
electrocardiogramas o radiografías sin haber antes ahondado en lo que realmente
padece o supone sufrir el cliente.
Hay
que acudir al médico única y exclusivamente cuando nos sintamos muy mal y los
remedios naturales no hagan efecto. Si nuestros padres han sido muy sanos, si siempre
hemos tenido buena salud no podemos creer al primer avipado que veamos que
podríamos ser víctimas de una “enfermedad silenciosa”.
¿”Enfermedad
silenciosa”?
Me
temo que la real enfermedad silenciosa es la que poseen algunos galenos y
empresas de salud, es ese mal relacionado con la acumulación de dinero, la
falta de consideración y de buenas costumbres. Todas incluyen recargos adicionales
pues limitan el número de enfermedades en su cobertura.
Mediante
la medicina preventiva podemos prevenir enfermedades, la pertenencia a una
Aseguradora, es únicamente un respaldo económico en caso de urgencia, pero en
modo alguno es una garantía de buena salud.