“Eres el regalo que Dios me dio”

 

En el ámbito de las relaciones humanas, no solo hay belleza en las crónicas idílicas de las parejas.  En ocasiones, según muchos testimonios, desde el noviazgo, comienzan cierto tipo de presiones; hombres o mujeres que no deseen que su pareja observe o tenga relación con otra persona que no sea él o ella. Eso, ya es un indicio para quien sea que sufra ese comportamiento, ponga distancia de quien no sabe de convivencia pacífica y en libertad.

Tengo noticias de muchas personas que viven a diario el desprecio, el abuso y el maltrato de su pareja.

No. Ese no es un asunto derivado de la pandemia que hemos estado afrontando; ese tipo de comportamiento ha estado siempre presente en la mente de quienes se creen superiores y con derecho a utilizar cualquier argumento para justificar sus malas acciones. Entre las explicaciones utilizadas, algunos han acudido incluso al nombre de Dios como argucia para lastimar, aparentando ser una persona decente, buena, amorosa pero incomprendida. Todo ello muy lejos de ser cierto, es drama, hipocresía y desdén.  

Ese enunciado también es utilizado por personas abusivas, que desean imponerse haciendo daño y cuando se les reprocha, o  cuando la persona perjudicada se pone alerta para no hacer caso a sus requerimientos, o le expresa que algo no está del todo bien, que se siente perjudicada; simplemente dice el maltratador, endulzando su voz:

¿Cómo crees que yo pueda hacerte daño si eres el regalo que Dios me dio?

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Por más creyentes que seamos, de ninguna manera el amor debe ser sufrido; ni el sentirnos amados  significa soportar y aguantar todo.

 

La soledad

 
¿Qué es la soledad?

Si leyéramos en un diccionario diría: “Circunstancia de estar solo o sin compañía”.

Sentimiento de tristeza o melancolía que se tiene por la ausencia momentánea o permanente de otra persona.

¿Por qué podemos sentirnos solos incluso rodeados de mucha gente?

Sencillamente porque la soledad, como la felicidad, es un estado mental. Cuando alguien vive en pareja, pero esta no se comunica, no expresa sus sentimientos, no colabora en los asuntos domésticos; esa persona pudiera sentir que algo está fallando y tomar una de dos alternativas: enfrentar a la pareja para dialogar a ver qué pasa; o simplemente realizar un círculo de aislamiento a su alrededor y sentirse sola, aunque esté en un salón de clases, una calle muy transitada, un concierto o una celebración; a eso llaman los psicólogos, soledad emocional.

Ser solitario es una cosa, pero sentirse solo es otra. Puedo decir que soy solitaria porque me encantan actividades que pueda realizar sin compañía para ejecutarlas: leer, investigar, escribir, dibujar, pintar…

Cuando la gente no posee un apoyo emocional, su autoestima cae, nada la estimula, no se interesa por comenzar nuevos proyectos, por aprender algo nuevo… está inmersa en su incomunicación.

Tengo en mi mente un tercer tipo de soledad: aquella que se ha visualizado en la pandemia, la que estén sufriendo los menos favorecidos por la economía; ese tipo de seres humanos que lo han perdido todo, hasta la esperanza de una ayuda, de una mano amiga, de un poco de oxígeno… pero ese es otro tema.

La soledad no es del todo mala porque te puede permitir convertirte en mejor persona, descubrir tus talentos, luchar por tus sueños… También se puede disfrutar, puesto que nos permite tener más tiempo para nosotros, nos ofrece una oportunidad para redescubrirnos y un espacio para cambiar los objetivos que tengamos en la vida.

Tú, ¿cómo te sientes?