Hasta hace poco tiempo las ciudades europeas gozaban de enorme tranquilidad respecto de su seguridad interna. Poco a poco se hicieron más grandes, se adicionaron las demandas de empleo, el marketing comenzó a mostrar todo aquello que no era necesario pero trataban de convencer que debíamos consumir; y día a día dejaron de ser remansos de paz social.
Muchos les echan la culpa a los inmigrantes, otros a la pobreza, los menos aseguran que el cuerpo policial está de adorno. Veamos despacio el asunto:
De un lado, puede que haya muchos inmigrantes que delincan, pero la mayoría emigran en busca de mejores ingresos por ello tratan de ser buenos trabajadores. La xenofobia en ese caso juega un papel preponderante.
Por otro lado, si la pobreza fuese la causante de la inseguridad querría decir que millones de personas serían los delincuentes. Culpar a la pobreza o a la falta de empleo del índice delincuencial es obstruir la capacidad de encontrar una respuesta progresiva y positiva al problema de la inseguridad ciudadana, no podemos culpar al primero que pase.
La gente de estratos sociales bajos por lo general busca resolver sus problemas por medios lícitos. No se puede decir lo mismo de ciertas personas de estratos sociales altos que piden préstamos bancarios y pronto olvidan sus deudas y hasta emigran para quitarse el “escozor”. La evasión de impuestos, el peculado, el tráfico de armas, de influencias y otras cosas, los sobreprecios en ciertos contratos no los realizan precisamente los de escasos recursos.
Respecto del papel de las fuerzas del orden, sí hace falta más presencia policial en algunos sectores en donde no eran necesarios hace algún tiempo.
Los latinoamericanos tenemos graves problemas de inseguridad, pero en cada país han comenzado a realizar diferentes estrategias para combatirla. En la actualidad existe un esquema eficaz de vigilancia policial comunitaria, basado en el concepto de seguridad preventiva e interactiva, mediante una estrecha cooperación entre las fuerzas del orden y la población.
Los colombianos necesitamos que nuestros gobernantes ejecuten políticas públicas idóneas para prevenir y reducir la delincuencia, así como los riesgos de violencia y agresiones a los que nos enfrentamos todos.
El programa de seguridad ciudadana que nuestro presidente elegremente impulsó en su campaña electoral sólo dio resultado en las grandes vías, pero en las carreteras y caminos vecinales sigue una vida diaria de sobresaltos y temor.
En nuestra Carta Magna, De los principios generales, artículo 2, literal 2 dice:
"Las autoridades de
Bien, recordémosles a nuestras autoridades que no pueden dejar en letra muerta el texto constitucional.