Relaciones tóxicas

 

¿Quién es una persona tóxica?

Es quien afecta negativamente a quienes le rodean, debido a su forma de ser y sus conductas dañinas; destila desmotivación, negatividad y pesimismo.

En las relaciones de pareja, algunas veces uno de los integrantes posee conductas que pueden llegar a suponer un problema psicológico y emocional para la otra persona, que no es consciente de estar viviendo una relación de pareja perjudicial.

¿Cómo se puede reconocer a una persona tóxica?

Examina si en algún momento has vivido esto:

-Tu pareja desea una relación de exclusividad; le irrita que salgas con tus amistades; por eso notas su desconfianza constante, sus celos enfermizos. Te trata con excesiva sobreprotección y controla tus movimientos y tus horarios.

-Continuamente ejerce chantaje emocional; cuando no consigue lo que desee, por ejemplo, grita: “me voy, los abandono, ya dejé a unos hijos, nada me importa abandonar a otros…” La víctima siente miedo, se ve humillada, se cree culpable y con baja autoestima y cede una y otra vez.

-No te deja crecer como persona; “¿Trabajar fuera de casa? Tú no necesitas”. “¿Conducir? Yo puedo llevarte a donde quieras…”

Me voy a matricular para aprender inglés. “Tú no necesitas, ¿para qué? Además, ni has de entender”.

-El tóxico necesita tu energía para vivir. Créelo, comienzas el día con muchas ganas, tú puedes con el mundo, sientes tus fuerzas renovadas y un gran optimismo. Eso no le agrada al maltratador, por el más mínimo motivo arma un problema enorme te va dejando sin esa energía, notas como la relación te va desgastando y tu vitalidad disminuye. El virulento suele ser pesimista, no pone ilusión en su diario vivir y usa tu energía para alimentarse. Al final sientes que ya no te quedan fuerzas. Esa persona usa el victimismo y te hace creer que eres culpable.

-Te cuestiona constantemente; los reproches sobre hechos del pasado son diarios e incesantemente los debes de subsanar. Hagas lo que hagas, nunca es suficiente para borrar el supuesto error que cometiste hace ya mucho tiempo. Además, “siempre tienes la culpa” de vuestras discusiones y de su malestar; al menos es lo que ese individuo pretende ponerte en la mente.

- Te falta al respeto, te hace de menos; te hace sentir que lo tuyo no es interesante, te manda a callar; no respeta tu privacidad y formaría un gran lío si no le dieras las claves de tus correos electrónicos.

-Las discusiones acaban únicamente cuando tú cedes, sin embargo, como prevención para que en otro momento no le lleves la contraria, te impone la ley del hielo, o la violencia del silencio; dura varios días sin dirigirte la palabra, sin importarle la molestia y el mal ejemplo que dé a sus hijos, quienes poco a poco se han de dar cuenta que su padre ha sido siempre un manipulador que ha empleado elementos discursivos, verbales o escritos, para controlar la cognición, los afectos y el comportamiento de su familia.

-¡Ah! Se cree dios: “Dices eso para terminar la conversación, te conozco, sé que estás pensando algo muy diferente a lo expresado”.

Cuando una persona constantemente te reprocha: “tú no cambias, desde que te conozco has cometido los mismos errores”, no te ama porque debemos aceptar a los demás como sean; pues nadie es perfecto.