Ha sido una hermosa experiencia convertirme en guardiana del nido de colibríes. Me ha maravillado la sabiduría de la naturaleza. Los polluelos no emiten sonido alguno, al comienzo sólo se veía a la mama colibrí, luego comenzaron a asomarse dos piquitos, poco a poco se vieron las cabecitas siempres listas para alimentarse.
Este es el tipo de flor que les encanta, en este y en otros ubicados atrás de la casa, la mama colibrí se alimentaba muy rápidamente para seguir cuidando a sus críos.
Esta clase de flores gusta más a las abejas, pero al econtrarse cercanas al nido, podían servir para una urgencia alimenticia.
Las rosas no son, de manera alguna, ansiadas por los colibríes, pero desde este rosal, la mama colibrí marcaba su territorio y vigilaba a su prole. Me fue imposible registrar la manera tenaz con la que enfrentaba a algunas aves muchos más grandes que ella.
Esta es la primera foto que me atreví a tomar, pues la mama colibrí se ponía extremadamente nerviosa con nuestra cercanía. Aquí ya hacía una semana que ella había dejado el nido solo para sus hijitos. Los polluelos en un comienzo son pequeñísimos, ciegos y sin plumas. Luego aparece paulatinamente el plumaje algo mimetizado con el nido para protegerse de posibles predadores. Al verme se quedaban como que fuesen un par de esculturas.
Ignoro si será una estrategia de la mama colibrí, pero siempre hubo un polluelo más grande que el otro, el cual fue el primero en dejar el nido. Dos días después, el pasado lunes 28, el pequeño de la foto emprendió su primer vuelo hacie el ficus cercano.
Sí, en este ficus, el cual está más frondoso actualmente, efectúan un vuelo corto los críos; hoy le he visto a uno de ellos y aún no logra realizar el famoso vuelo que les deja suspendidos en el aire para beber el néctar de las flores.
Casi nunca escribo sobre situaciones personales, pero francamente que esto es lo más maravilloso que me ha sucedido en este año.