Cuando se acercan las
vacaciones pensamos en realizar algo divertido, diferente, satisfactorio y
fuera de lo común. ¿Qué tal un paseo en un dirigible?
El Zeppelin, llamado así
por el apellido de su inventor, es un encanto para niños y adultos pues nos
acerca a las sensaciones de los primeros pasajeros aéreos. Es algo que está
fuera del alcance del común de los mortales, pero soñar no cuesta.
Quizás sea uno de los artefactos
aeronaúticos que más ha llamado la atención a lo largo del tiempo: el
Zeppelin, el dirigible autopropulsado, ideado por el conde alemán Ferdinand Von
Zeppelin.
Fue un militar alemán
nacido en Constanza en 1838, inventó el dirigible. Este general de caballería
entró en contacto con la navegación aerostática durante la Guerra de Ceseción
estadounidense en la cual realizó varias ascensiones en globo de observación.
Años después abandonó el
ejército para dedicarse a desarrollar un globo rígido dirigible con motor; junto a su
ingeniero jefe Hugo Eckener, proyectaron
un dirigible de estructura rígida formado por un armazón de aluminio o de una
aleación ligera. El primero de estos aparatos se probó precisamente en la zona
del lago Constanza.
Existe una localidad en
Alemania que tiene el honor de poseer la sede de la compañía que los fabrica.
La ciudad de Friedrichshafen, a
orillas del lago Constanza donde se puede admirar el Museo Zeppelin inaugurado en 1996.
Toda la composición
estructural del aparato puede verse recreada en diferentes niveles para
complacencia de los amantes de la historia. Incluso se da la opción de dar un
paseo en el propio dirigible.
El museo también posee un archivo y una
biblioteca de investigación, y en un piso superior, pinturas e ilustraciones
del arte del sur de Alemania.
La sensación de volar en
el nuevo Zepelín es muy placentera. Se mueve con suavidad, a una altura de 300
metros, permitiendo a una docena de pasajeros contemplar a vista de pájaro los bellos
paisajes, pueblos, mansiones y viñedos que rodean al lago Constanza.
¿Qué tal un postre con forma de Zeppelin?