Sin duda todos quienes hemos vivido en la capital colombiana alguna vez nos detuvimos a percibir un aroma exquisito que nos invitaba a recibir las agradables calorías de un delicioso chocolate preparado con no sé qué clase de especias que lo han hecho único, así como el lugar en donde lo venden: “
Me enteré que ha cumplido en estos días 70 años de existencia. Le conocí en la carrera séptima con calle 21 y ahí sigue, probablemente es de los sitios santafereños que guardan infinidad de maravillosas historias.
Fue allí en aquel lugar en donde mientras degustábamos un delicioso chocolate calientito, que Pepe, quien ahora es mi esposo, me propuso aquello y al calor de la “afrodisíaca” bebida y el encantador murmullo de las parejas le dije que sí. Desde aquel entonces supe que estar enamorados es algo realmente fantástico.
Ese sitio en verdad no tiene nada de romántico: la gente, en cantidades “industriales” se acerca buscando una mesa, unos llegan, otros se van; la mayoría están felices, otros se les puede observar apurados; algunos se notan muy preocupados, otros distraídos o leyendo.
Lo más curioso de todo es que jamás he visto en ese lugar a una pareja infeliz. Las mesas parecen estar adaptadas para ellas, para que el uno esté frente a la otra. Muchas veces estuvimos allí con nuestros hijos y aún me parece escuchar sus alegres y amadas voces pedir que les sirvan el exquisito chocolate con pan francés.
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