Una joven paquistaní que en junio del 2002 fue condenada por un jurado tribal a ser violada en público por cuatro hombres miembros de una familia que alegaba una deuda de honor.
La condena se basó en que supuestamente el hermano menor de Mukhtar (12 años) tuvo relaciones íntimas con una mujer de 22 de una casta superior. A pesar de sus gritos de auxilio nadie impidió la violación múltiple, ni su padre, ni su tío, ni la muchedumbre que estaba reunida alrededor de la granja. Quiero suponer que el padre estaría paralizado por el dolor y el miedo.
Según las obsoletas costumbres de ostensible brutalidad la joven debía suicidarse luego para "lavar" el nombre de su familia, ella lo ha recordado algunas veces, una de ellas el pasado lunes cuando habló para el diario El País de España con motivo de la entrega de un premio por su lucha en favor de los derechos de las mujeres de su país.
Lo más fácil en mi situación habría sido suicidarme, dijo. Es cierto, pero luego de recuperarse del dolor físico, a pesar del pedido de sus cercanos denunció los hechos y los culpables están en este momento en prisión. Posteriormente, en su labor activista de los derechos de las paquistaníes no la ha tenido fácil, pues según Lukor, La organización humanitaria estadounidense Human Rights First ha acusado al Gobierno paquistaní de intentar "silenciarla".
¡Qué gran ejemplo nos ha dado Mukhtar Mai! Ha decidido luchar, no se ha dado por vencida a pesar de tener todo en su contra pues en su país las mujeres son como un cero a la izquierda.
A veces ante pequeños problemas queremos sucumbir en el dolor, sin darnos cuenta que otras personas en verdad han sufrido en silencio muchos atropellos.
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