
Los latinoamericanos nos reunimos a celebrar, pero prácticamente nadie tiene en mente la razón por la que el cristianismo instauró esa festividad: es un motivo más para reunirnos, algunos cantan villancicos, otros entonan canciones de navidad de todos los tiempos, otros arman baile para quemar las altas calorías que ingerimos en estos días.
He telefoneado a muchas personas, pero a la mayoría las he sentido un poco tristes, fatigadas y algo decepcionadas por carecer de suficiente dinero para colmar de regalos no solo a sus familiares sino también a sus amistades.
Es que navidad es sinónimo de consumismo. Desde Noviembre ya comienza el “bombardeo” de propagandas alusivas a posibles obsequios que se puedan ofrecer, desde un libro, hasta un automóvil, pasando por pasajes para viajes, estadías en un lugar paradisíaco o remedios milagrosos para bajar de peso, etc.
Salir de compras en estos días, así sea para comprar algo que ha hecho falta para la ensalada, es una locura: el tránsito se pone caótico, los centros comerciales están tan abarrotados de gente que ni siquiera hay cómo caminar tranquilamente, las personas se debaten entre la ilusión y la amargura de no poder comprar más y más.
Con tiempo podríamos elaborar hermosas tarjetas con motivos que le agraden a cada persona que la vaya a recibir, un dibujo es algo muy personal, mientras lo hacemos abordamos al maravilloso mundo de la fantasía; o sea que estamos obsequiando amor, ternura y millones de pensamientos positivos.
Salgo de aquí, mi familia me espera. ¡Felicidades!