Atravesó la estancia para ir presurosa al encuentro de su amada hermana, (quien además de profesarle un profundo cariño, fue su compañera de juegos en la infancia y una amiga incondicional en la edad adulta), le dio muchos abrazos y no cesaba de expresarle, entre lágrimas, cuánto la quería y cómo había soñado con su presencia en casa. Le había arreglado una habitación con flores, una muñeca artesanal y un gran letrero de bienvenida.
Su nombre era Alegría, de hecho era muy festiva, creativa, encantadora, complaciente, generosa, de buen humor, grata, amable, afectuosa, cordial, acogedora, dulce, caritativa, desinteresada, detallista, compasiva y muy trabajadora.
Cuando su hermana conoció la casa en donde residía Alegría, se sobrecogió, no podía creer que alguien tan dadivosa careciera hasta de objetos indispensables en el hogar para poder existir decentemente. Tenía marido que no ganaba ni para él, una hija en la secundaria y tres trabajos. Se levantaba de madrugada para dejar adelantado el almuerzo, ordenaba la casa, se duchaba y volaba al trabajo para estar antes de las siete de la mañana. Al medio día sólo podía sacar media hora para almorzar e irse a realizar labores de enseñanza en otra institución; regresaba después de las nueve de la noche exhausta para preparar la cena, alistar el uniforme de la hija, enjuagar ropa, dejar otra en jabón, planchar y un largo etc.
¿A qué horas dormía?
No lo sé.
Su hermana procuró no quedarse mucho tiempo para no darle más qué hacer y le advirtió que con ese tren de vida podría enfermar, que si no nos cuidamos nadie lo hará por nosotras. Nuestro cuerpo puede estar saludable mientras estamos jóvenes, pero si no lo hemos cuidado, el rato menos pensado se deteriora y pueden sobrevenir inconvenientes de salud. Lo mejor que pudo hacer por ella fue enviarle un dinerillo para que compre una lavadora para que su trajinar se aminorara.
El poco tiempo con el cual podía contar Alegría el fin de senama, lo dedicaba, además de tratar de nivelar a su hija en las materias de estudio en las que no fuera bien, a escribir una obra acerca de las clases de Lúdicas para parvularios, era justo que tratara de sacar algo para el público pues ella era muy competente, tenía una imaginación desborante y no debía quedarse escondida la enorme cantidad de frutos de su gran creatividad.
Pasaron los meses y un par de años más desde aquella visita; Alegría telefoneaba a su hermana dos o tres veces al año; ella, a su vez, procuraba mensualmente comunicarse para mantener la bella conexión que siempre habían tenido desde chicas.
Alegría cantaba como quizás lo hicieran los ángeles. En cada cumpleaños de su hermana la llamaba muy temprano, antes de ir al trabajo, cantaba feliz con una voz celestial mientras su hija acompañaba con el violín. Algo muy difícil de borrar de la memoria.
Un día Alegría le comunicó a su hermana que estaba muy inquieta pues su salud había dejado de ser excelente, luego de muchos exámenes, de muchas idas y venidas, los médicos de su seguro de salud le expresaron que debían hacerle urgente una operación pues, según ellos, tenía un pequeño tumor detrás de uno de sus hermosos ojos…
A veces el remedio lo tenemos nosotros mismos en los cuidados que tengamos, en la preocupación por nuestro cuerpo, en priorizar aquello que competa a nuestra salud. Al primer síntoma hay que investigar qué sucede pues aún no ha nacido el médico que realmente se preocupe por su prójimo, ellos sólo están pendientes de su calculadora para hacer cuentas de las ganancias.
Una mala práctica médica la puso en jaque…
Y voló hacia el infinito, se fue a cantar en el país del nunca jamás.
Siempre tuvo un gesto de ternura para cada quien, fue una persona realmente maravillosa.
Su hermana siempre la ha extrañado, ahora más que nunca, pues el último año ha sido muy difícil sin el cariño de Alegría; todos los días observa el firmamento y son muchas las ocasiones en las que quisiera volar ella también para ir a jugar juntas una ronda, allá, detrás del arco iris.