Parafrasiando el título de la excelente obra de Emily Brontë, "Cumbres borrascosas", me atrevo a decir que la última Cumbre de las Américas ha causado tal revuelo que podría decirse que ha sido una "cumbre borrascosa" por el comportamiento de algunas personas y las implicaciones que ello ha dado como resultado.
Esa cumbre se efectuó entre el 14 y 15 del presente mes y tuvo como sede a Cartagena de Indias, una ciudad turística en el caribe colombiano, con algunos sitios interesantes para conocer y mucha gente amable para recordar.
De todo cuanto he leído de los sucesos propios de un evento de tal naturaleza, comprendo que desde antes de comenzar hubo algunos gobernantes que cuestionaron el hecho de que no fuera a estar representada Cuba. Cuando el evento ya fue una realidad, un par de mandatarios optaron por dejar la ciudad aduciendo que sus intereses no habían sido debatidos y colocados en el documento que se firmaría al final; ello demuestra que en los últimos años la diplomacia y los buenos modales en los asuntos Internacionales dejan mucho qué desear pues resulta algo pueril el hecho de salirse de un evento porque no han sido atendidas sus peticiones.

Para rematar, el hecho de que en los EU estén en plena campaña electoral, le han dado demasiada importancia a un suceso que, en otro momento, hubiera pasado desapercibido: la fiesta con meretrices incluidas que tuvieron algunos agentes del Servicio Secreto que acompañaban al primer mandatario estadounidense.
Según fuentes bien informadas, dichos agentes lo han hecho en otros viajes, ha de ser una costumbre de estas personas tratar de probar todo cuanto puedan cuando viajan a lugares exóticos; me parece absurdo que armen tanto escándalo por algo, que, al parecer, es muy común. Rasgarse la vetiduras o dejarlos desempleados por tal comportamiento, lo veo demasiado exagerado.
Lo peor de esa situación es que a nivel mundial están relacionando el nombre de Cartagena de Indias con un gran burdel; no creo que dicha ciudad tenga más casas de placer que otros lugares del mundo, así que todo ese jaleo resulta muy injusto no solo para los cartageneros, sino para todos los colombianos.