En el ámbito de las relaciones humanas, no solo hay belleza en las crónicas idílicas de las parejas. En ocasiones, según muchos testimonios, desde el noviazgo, comienzan cierto tipo de presiones; hombres o mujeres que no deseen que su pareja observe o tenga relación con otra persona que no sea él o ella. Eso, ya es un indicio para quien sea que sufra ese comportamiento, ponga distancia de quien no sabe de convivencia pacífica y en libertad.
Tengo noticias de muchas personas que viven a diario el desprecio, el abuso y el maltrato de su pareja.
No. Ese no es un asunto derivado de la pandemia que hemos estado afrontando; ese tipo de comportamiento ha estado siempre presente en la mente de quienes se creen superiores y con derecho a utilizar cualquier argumento para justificar sus malas acciones. Entre las explicaciones utilizadas, algunos han acudido incluso al nombre de Dios como argucia para lastimar, aparentando ser una persona decente, buena, amorosa pero incomprendida. Todo ello muy lejos de ser cierto, es drama, hipocresía y desdén.
Ese enunciado también es utilizado por personas abusivas, que desean imponerse haciendo daño y cuando se les reprocha, o cuando la persona perjudicada se pone alerta para no hacer caso a sus requerimientos, o le expresa que algo no está del todo bien, que se siente perjudicada; simplemente dice el maltratador, endulzando su voz:
¿Cómo crees que yo pueda hacerte daño si eres el regalo que Dios me dio?
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Por más creyentes que seamos, de ninguna manera el amor debe ser sufrido; ni el sentirnos amados significa soportar y aguantar todo.