
Me he dado cuenta que aquellas personas que nunca han salido de su país, no logran entender la magnitud de las situaciones difíciles que enfrentan quienes tienen el estatus de extranjeros.
La mayoría de países reciben divinamente a los visitantes puesto que
la industria del turismo requiere que la población del lugar sea amigable para que ella crezca y produzca bienestar; de ahí el slogan "
turista satisfecho trae más turistas". ¿Pero qué hay de aquellos que por diferentes motivos deben permanecer allí, en calidad de inmigrantes?
No siempre la convivencia con los nacionales resulta agradable; frecuentemente el extranjero escucha que aquel sitio era maravilloso pero que se ha "dañado" por la llegada de mucha gente foránea.
Siempre se filtra la expresión: "eso debe ser en tu país, pues aquí no somos así"; o, "los extranjeros vienen a contaminar a nuestros hijos con sus extrañas costumbres".
El odio a los extranjeros se llama
xenofobia y existe desde tiempos inmemoriales. En la antigua Roma, únicamente los romanos eran ciudadanos y había una gran desventaja para los extranjeros: no podían realizar algún tipo de negocio, ni comprar, ni vender, ni tener propiedades; también estaban impedidos de casarse, testar o ser instituidos como herederos y participar como testigos en actos jurídicos. Roma fue el centro del mundo antiguo, sólo hay que imaginar cómo se sentirían los extranjeros con el ac

ceso vedado a todas las actividades económicas.
En la actualidad el extranjero sí puede acceder al sistema financiero de cualquier país; no le es fácil abrir negocios por la cantidad de trámites absurdos, pero tampoco imposible. En algunos lugares ven con recelo que el extranjero trabaje mejor y tenga iniciativas diferentes a las comunes.
Albert Camus escribió una obra literaria llamada "El extranjero", pero no se refería a las amarguras que pueda pasar un inmigrante, sino a una persona extraña, anormal, alguien sin sentimientos, con aptitudes absurdas, que vive al margen de todas las emociones que poseemos casi todos los seres humanos: así es Mersault, el personaje central de la novela.
La peor ironía que le puede suceder a alguien que regrese a su patria, es que le traten como si fuese un extranjero.