A mediados de octubre del presente año, tuve la hermosa sorpresa de observar un colibrí picoteando algo en la lámpara del antejardín de nuestra casa. Creí que estaría comiendo algún animalillo; aunque siempre los he visto absorbiendo néctar de las flores.
Al día siguiente mi esposo dijo que iba a limpiar la lámpara pues parecía llena de telarañas o algo extraño; se me ocurrió que podría ser el comienzo de un nido y comencé a prestar atención. En los siguientes días el colibrí construyó un hermoso nido con líquenes, musgos, una especie de fibras vegetales, ramitas y algo que parecía tela de araña.
El nido luce precioso, pero bien camuflado pues parecería que la lámpara perteneciera a una casa deshabitada. No lo he fotografiado pues mi esposo y yo nos sentimos responsables de la pequeña avecilla, al punto que nuestros visitantes entran por la puerta de la cocina para no estorbar.
Cualquier día al limpiar el andén encontré un frágil y diminuto cascarón. Ayer observé momentáneamente un ligero movimiento y un par de piquitos asomándose. No he escuchado sonido alguno de su parte, sólo su madre en la mañana es muy enérgica cuando pasan cerca otros pájaros.
Me siento bendecida, ¿por qué anidó tan cerca de la puerta de entrada?
Las lluvias comenzaron, es posible que deseara estar lejos de los depredadores y bajo techo; a las 18 horas 30 les enciendo la luz y temprano en la mañana la apago. Ahora me siento muy feliz y trato de cuidar, en lo posible, de la madre y sus crías.
Todo esto me ha provocado hermosas emociones; es un suceso maravilloso.