Las buenas costumbres y la convivencia


El conocimiento de las personas que nos rodean requiere de paciencia, atención y aguda penetración en las expresiones del otro. Para conocer realmente a los demás deben confluir una serie de circunstancias determinadas como vivir bajo el mismo techo, compartir ciertas aficiones, trabajar en la misma empresa, residir en el mismo conjunto habitacional, etc.

Se conocen otros matices del otro cuando la amistad madura al abrigo de la confianza, ello contribuye a descubrir otros aspectos de la personalidad y a estrechar esos lazos. A pesar de eso, algunos no se muestran realmente como son y llegar a conocerlos es realmente imposible puesto que sustraen aspectos de su personalidad que impiden saber con certeza qué piensan o desean.

Decía en el artículo anterior que si alguien no nos saludara sería por estar pasando alguna dificultad pues ciertamente no se le puede por ello tachar de descortés puesto que no sabemos de sus luchas internas, de los pasos que pueda estar dando mentalmente para combatir ciertas molestias o problemas personales.

No es nuevo decir que la convivencia no es fácil. Pero como nos necesitamos unos a otros, puesto que nadie es totalmente autosuficiente, hay que extremar la delicadeza en el trato, en las formas. Las agresiones sociales contra la convivencia se ponen de manifiesto en las innumerables normas de carácter jurídico que existen para combatirlas.

Con la utilización de las llamadas “buenas costumbres” y con una pequeña porción de buena voluntad podrían resolverse infinidad de disgustos, como aquellos que surgen en comunidades de vecinos. A veces el egoísmo hace que pongamos la música con mucho volumen o estacionemos el vehículo frente al garaje del otro u obliguemos al vecino a talar un árbol por la pereza de barrer las hojas que caigan en nuestro jardín.

Sería bueno tener presente aunque sean mínimas reglas de convivencia, de lo contrario, tendríamos que admitir que la paz social y personal se conquista únicamente con el esfuerzo de unos pocos, mientras que otros parecería que hubieran convertido la confrontación en una especie de deporte muy extraño.

La buena convivencia requiere de la buena voluntad de todos los ciudadanos para que pueda ser considerada como tal. Es fundamental actuar con franqueza y sencillez, y, sobretodo no dejarse llevar por intereses oscuros.

Algo extremo resulta cuando algunas personas que actúan dentro de los límites de la normalidad social, por razones desconocidas, en un momento dado, se alteran ciertos rasgos de su carácter y desarrollan conductas agresivas y hasta criminales. De todas maneras hay que pensar que cada ser humano reacciona de una forma concreta a las circunstancias que la haya tocado vivir.

Para una mejor convivencia, no esperemos bellezas del otro, empecemos por dar el buen ejemplo. No hay que esperar o exigir desagravios pues eso demuestra que la censura predomina sobre la piedad.

Cuando alguien demanda perdón es porque se siente agraviado, que es lo que le sucede a aquellas personas que andan siempre ofuscadas por la conducta ajena. Sonreír no cuesta. “Amar es no tener que pedir perdón”.

Las buenas costumbres I



Si alguien infringe una norma jurídica debe pagar una pena por su descuido, negligencia o su mala conducta; pero cuando se trata de una regla social lo único que pasa es que esa persona quede con fama de descortés o mal educado.

Hace unos días alguien se quejaba en su blog, de la falta de consideración de algunos de sus conciudadanos y la descortesía imperante en algunos sectores de la sociedad, argumentaba que los turistas decían que su ciudad era la más amable del país y se interrogaba de cómo sería de difícil en otro lugar.

En realidad son muy contados los turistas que no halagan a la gente del lugar en donde se encuentran, al fin y al cabo están de visita. Sería bueno que la amiga ponga atención a las bellezas que dicen del país los futbolistas extranjeros que desean les den trabajo, los cantantes o artistas que necesitan del favor del público y quienes vivimos enamorados de la vida y lo vemos todo color de rosa pues vivimos en las nubes. No todo lo que se dice en un momento dado es cierto.

En todas partes del mundo existen personas muy amables y otras que lo son menos.

Las buenas costumbres se aprenden en el hogar, si los hijos nos ven saludar ellos nos imitan, si nos hacemos los gringos también. Todo depende del lugar en donde estemos y de las personas con quienes nos encontremos.

En los pueblos toda las personas se conocen, se saludan, se ayudan si fuera necesario, se enfadan, se contentan y a veces hasta se soportan en nombre del buen vivir. Pero si se trata de una ciudad de más de dos o seis millones de habitantes, disculpa, a veces ni siquiera conocemos a todos los que viven o trabajan en el mismo edificio.

De todas maneras, en Bogotá, por ejemplo, hay barrios o sectores se estratos tres o cuatro en que algunos se reúnen en las típicas tiendas de barrio en donde venden de todo, desde pan y leche, hasta cerveza y preservativos. A esas tiendas van personas que viven cerca, pero la mayoría de las veces compran allí los transeúntes. Sin embargo, todos al llegar saludan muy cálidamente al tendero y a todos los presentes les dicen: “buenos días, o buenas tardes, vecinos”; si alguien está comiendo algo: “que le haga buen provecho, vecino”.

Las grandes ciudades se deshumanizan, pensemos en todas las personas que se ven, hasta en películas, buscando comida en los basureros. En el mundo existen países en que la gente es más acogedora; por ejemplo, al llegar a China, hay que avisar cómo nos recibieron los empleados de aduana y otros. Eso demuestra que están muy interesados en mostrar una buena imagen y atraer turistas, mientras que si llegas a un país como Ecuador, los agentes de inmigración se muestran hoscos y descorteses.

Las buenas costumbres son maravillosas, lo cortés no quita lo valiente. Si alguien conocido no nos saluda será porque está distraído, se siente insatisfecho, no se siente bien, no fue su mejor día…

¿Qué es un fallo justo?



Primeramente, justo quiere decir que actúa con absoluta imparcialidad, según la ley o la razón. Justo es aquello que está de acuerdo con los principios de la justicia y de la

Ley. Se dice que alguien es justo cuando actúa con equidad.

El juicio justo es aquel que se efectúa con las solemnidades reglamentadas por la ley o los actos cumplidos conforme al Derecho.

Con criterio relativo, se llama fallo justo aquel que se encuadra en el sistema normativo vigente en cada país, convenientemente interpretado, sustentado en la doctrina de los jurisconsultos, en la jurisprudencia de los Tribunales Superiores y que logre conseguir la norma particular contenida en la sentencia y que ésta coincida con la norma general, que es la ley, para proclamar que se haya administrado justicia, pues se realizó aquello que se ha tenido por bueno en un lugar y tiempo determinados.

Para que haya un proceso que lleve a un fallo justo se necesita un giro en los siguientes elementos:

Desigualdad de las partes

En realidad es casi imposible que exista una verdadera igualdad pues los procesos son costosos y tienen más facilidades para reunir pruebas quienes tengan más posibilidades económicas para pagar a investigadores y abogados. Sin embargo, la igualdad de las partes es uno de los requisitos fundamentales en el Derecho Procesal.

Fueros y privilegios

En materia penal se han impuesto los fueros, para evitar repercusiones políticas y retaliaciones. Esto denota una marcada desigualdad pues todos deberíamos tener el mismo trato ante la Justicia.

Carga de la prueba

En el proceso civil la carga de la prueba coloca en situación de desigualdad a las partes pues el demandado siempre ha de poner como medio de defensa la negación de sus actos; ello obliga al actor a probar todos los hechos alegados, excepto los que se presuman según la ley. De todas maneras si no existe prueba, ¿cómo se puede señalar a alguien como culpable de algún hecho?

Defensores

Quienes no están en posibilidad de pagar a un abogado, están representados por los defensores de oficio, proporcionados por el Estado. Aunque la obligación principal de todo abogado es defender a su cliente, probablemente ha de ser más “capaz” y diligente quien recibe una buena recompensa por su trabajo.

Reclamación administrativa

Constituye una situación de privilegio para el Fisco y otras instituciones públicas el hecho de que no pueda intentarse acciones civiles y administrativas en su contra.

Ejecución de los fallos

En cuanto a la ejecución de los fallos hay una diferencia trascendental entre el Estado considerado como ente soberano de Derecho Público y los particulares, puesto que al Estado no se le pueden aplicar mediadas coercitivas, como el embargo y el remate, principalmente si se trata de bienes fiscales.

Las resoluciones judiciales reconocen la existencia de derechos y de obligaciones, y la forma de ejercitarlos o cumplirlos.

La citación, la rebeldía y el abandono producen efectos muy importantes.

La cosa juzgada constituye una verdad absoluta judicial que nace de los hombres que son finitos y relativos por naturaleza: esa verdad declara en forma indiscutible lo que existió antes de la iniciación del juicio.

De todas maneras, hay que tener fe en la justicia y pensar que los magistrados, tribunales, jueces y abogados hacen lo posible para obrar con rectitud y apegados a las leyes y a las normas constitucionales.

Ser hijo de emigrante


En muchas ocasiones he expresado que es muy hermoso tener hijos, pero ello no quiere decir que los tengamos y luego designemos a otras personas para que los críen. La obligación de acompañar a los chicos, rumbo a su autorrealización es de sus padres, de ambos, no de uno, ni de un tío, ni de sus abuelos o de un “encargado”, etc.

Las cartas, los mensajes, las conversaciones telefónicas o vía Internet y el dinero que les envían no llenan el enorme vacío que dejan los padres de familia que se van y dejan a sus retoños supuestamente para pagar una casa o darles un mejor porvenir.

¿Qué buen porvenir pueden tener unas criaturas que sólo han recibido afecto vía telefónica o en dinero en efectivo?

Sé que existen miles de situaciones difíciles en esta vida, por fortuna la mayoría de las personas hemos tomado la amorosa decisión de quedarnos al lado de nuestros niños. Lo único que se saca dándole a los hijos regalos costosos es que día a día deseen más y más; y como crecen sin control, fácilmente pueden convertirse en delincuentes en un futuro próximo.

Cuando lo padres crían a sus hijos los educan con su ejemplo, su cercanía es muy beneficiosa para el crecimiento intelectual armónico y psíquico de la criatura. Estos chicos no son conscientes de cómo consiguen el dinero sus padres si no los ven trabajar.

En una relación familiar a distancia no sólo está ausente el afecto directo sino el modelo que generalmente copian los niños de sus padres de ser amorosos, de llegar a tiempo, de saludar con cariño, de ser buenos vecinos, de cumplir con los deberes y derechos cívicos, de ser honrados, de tratar educadamente a los otros, de ser trabajadores, de ser tolerantes, de pagar impuestos, etc.

Si analizamos detenidamente la situación de las criaturas que crecen en hogares desbaratados por la emigración, nos vamos a dar cuenta que nos espera un futuro de relaciones gélidas pues esos niños no han recibido abrazos de sus padres, ni afecto verdadero.

Tendrán una mentalidad materialista ciento por ciento, pues están creciendo con una realidad que les enseña a reemplazar el calor materno o paterno con dinero.