Diferencias entre uso, abuso, dependencia y adicción



¿Qué es el uso?
Es la utilización de algo determinado, lo cual puede ser una conducta o una sustancia que no acarree algún tipo de complicación para el usuario o para otros. Se puede jugar alguna vez entre amigos y beber unas copas sin que ello signifique que la persona sea ludópata o alcohólica.

¿Qué es el abuso?
Es la repetición una y otra vez de la conducta que provoca daño, impacta sobre las relaciones sociales, familiares,  provoca dificultades a nivel de la vida socio-profesional, se valoran los efectos nocivos y perjudiciales, pero no existe tolerancia, síndrome de abstinencia y uso compulsivo. Esto va desde la utilización indiscriminada de medicamentos, alcohol o engancharse en el juego de una manera que no toque lo irracional.

¿Qué es la dependencia?

Es la incapacidad de dejar de consumir o realizar un acto a pesar de que haya un sufrimiento físico, psíquico, o pecuniario. Su primer síntoma es la tolerancia, esto es, la necesidad de aumentar la dosis de una sustancia o una conducta para obtener el efecto deseado. La abstinencia, es el efecto negativo físico y psicológico que se produce ante la retirada de la sustancia o la imposibilidad de realizar cierta acción. Conseguir llevar a cabo la conducta o consumir la sustancia se vuelve la actividad central de la cotidianidad del dependiente.

La dependencia física puede ocurrir con el uso crónico de muchas drogas, incluso cuando se prescribe un uso médico apropiado. Así, la dependencia física en sí misma no constituye adicción, pero a menudo la acompaña. 

¿Qué es una adicción?
Es una enfermedad física y emocional, según la Organización Mundial de la Salud. Tradicionalmente se cree que es la necesidad hacia una sustancia, actividad o relación causada principalmente por la satisfacción que esta cause a la persona. La adicción trae consigo graves consecuencias en la vida del adicto: deterioran las relaciones sociales, familiares; afectan el organismo negativamente,  destruyen relaciones, salud física y mental.

Mala utilización del vocablo “adicción”:

En la actualidad se acepta como adicción, cualquier actividad que el individuo no sea capaz de controlar, que lo lleve a conductas compulsivas y perjudique su calidad de vida, por ejemplo a alguien que le encuentren con una persona que no sea su pareja no le dicen infiel sino que supuestamente es "adicto al sexo". Cuando un individuo es muy responsable en sus labores, los compañeros no le dicen que sea un gran trabajador sino lo acusan de ser "adicto al trabajo". También hablan de adicción a la pornografía, a la televisión, a las nuevas tecnologías, a comidas rápidas, etc.

No estoy de acuerdo con la nueva acepción de "adicción" pues ella conlleva una tremenda lucha para poderla dejar, todos podríamos llegar a prescindir de la TV, de las comidas rápidas y las otras actividades nombradas sin sufrir por ello el síndrome de abstinencia que caracteriza las adicciones.

La dependencia a las redes sociales y su impacto en la cotidianidad



 Hace un año asistí a un foro relacionado con la dependencia a las nuevas tecnologías  en el cual se exponían los resultados de las investigaciones de diferentes Universidades sobre la preocupación cada vez mayor por la fuerza que han adquirido para la mayoría de las personas el hecho de estar conectados a Internet, ya sea en un Chat, en Skype, o en cualquiera de las redes sociales virtuales que desde que hicieran su aparición Facebook y Twiter se han convertido en el dolor de cabeza de muchos profesores y padres de familia.



Pero también la policía de tránsito encuentra a muchas personas conversando con su teléfono móvil o portátil mientras manejan lo cual ha sido causa de muchos accidentes automovilísticos.

 Sin duda, las nuevas tecnologías han beneficiado a toda la humanidad, gracias a ellas las comunicaciones han llegado a un nivel impensado, conocemos los acontecimientos de todo el planeta en cuestión de segundos, podemos "vernos" en tiempo real con un familiar que se halle al otro lado del mundo, realizamos transacciones bancarias desde la casa u oficina, hacemos pagos de impuestos a través de Internet, estudiamos, visitamos virtualmente un museo, encontramos rápidamente respuestas aceptables a inquietudes académicas, efectuamos teletrabajo y un largo etc.
 
Pero la preocupación de los investigadores va más allá de las actividades que puedan realizarse tranquilamente en casa, el asunto es que los teléfonos inteligentes han invadido nuestra vida, observamos su uso en la calle, en los medios de transporte masivo, en los parques, en los baños, mientras se conduce, en la mesa, en las aulas de clase, en el trabajo y posiblemente hasta en la cama. 

Si alguien contestara su móvil o celular estando en una reunión importante, debería ser por tratarse de algo supremamente urgente, pues sería una descortesía con las otras personas; igual si nos invitaran a comer y los chicos no hablaran por estar escribiendo en su aparatito, alguien debería explicarles el valor de las relaciones interpersonales. Sé que muchos profesores prohíben el uso de teléfonos portátiles en la clase, también los Bancos y las entidades públicas. Hay que hacer algo urgente para que los chicos vuelvan a practicar deporte y a encantarse con la lectura de un hermoso libro y dosifiquen la utilización de esas magníficas herramientas de comunicación virtual.

El 10 de octubre del presente año encontré un artículo excelente escrito por Tom  Catfield titulado en inglés “Seven rules to stop your phone taking over your life”, algo así como “Siete reglas para detener tu teléfono y hacerte cargo de tu vida”: aquí.

El 01 de noviembre encontré en un diario colombiano un artículo que prácticamente es la traducción del de la BBC,  titulado: “7 reglas para dejar la manía por el teléfono celular”, la dirección aquí. Muy interesante. 

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