El silencio que desintegró la democracia

 

 

Quienes leemos noticias a diario, nos percatamos que las actuaciones del presidente saliente de los EU, demostraban que no actuaba con cordura: despedía a funcionarios públicos que intentaban frenar su comportamiento, amenazaba con castigar a sus críticos, enviaba mensajes “oportunos” y con mucha habilidad a sus seguidores sedientos de un líder que los empoderara, que les diera voz y oportunidad de sacar a la luz todo su odio como activistas anti-todo, racistas, supremacistas, renegados, teóricos de conspiraciones…

¿Qué sucedió con los miembros de su partido?

Probablemente se sentirían intimidados, el presidente parecía no tener un buen consejero, o nunca se dejó aconsejar. De todas maneras, todos aquellos que han sido sus ayudantes, se han convertido en cómplices de las acciones de su mandatario.

Las actuaciones finales de dicho personaje deben servir para enseñarles a nuestros hijos que hay que saber perder, que no siempre se gana y que la dignidad humana debería estar por encima de consignas políticas y del poder.

Quizás, los ciudadanos se acostumbraron al comportamiento errático, grotesco, circense, poco diplomático y peligroso de quien ha demostrado que sus ambiciones estaban por encima del bien de su país.

Todos han callado y su silencio ha permitido que dicho individuo diera un golpe mortal a lo más preciado que tenía ese país: el respeto, el honor, la decencia, la buena reputación y la fama de ser la democracia más antigua y excelente del mundo.

¡Lo lamento!