Saber perder


He estado observando el panorama electoral latinoamericano y desafortunadamente en los últimos años algunos candidatos que no han obtenido el respaldo mayoritario del electorado, han llamado a sus huestes para salir a las calles a protestar por dicha situación.

El caso más sonado en este año es el que ha acontecido en México. Los candidatos finalistas tuvieron un margen de diferencia de menos de un punto. Por desgracia ese país no contempla en sus leyes una segunda vuelta electoral para dirimir las diferencias y que su presidente sea elegido con el respaldo de la mayoría de sus conciudadanos.

Ya todos conocemos por las noticias que el señor López Obrador, desconociendo el fallo del Tribunal Electoral, se ha autoproclamado Presidente de su país y ha hecho la pantomima de un gobierno paralelo. Le doy ese apelativo porque suena a juego.

¿Por qué no piensa que con su actitud está poniendo en ridículo a su Nación y a sus paisanos?

En septiembre leí que en Ecuador, luego de saberse los resultados electorales, todos los candidatos del segundo puesto para abajo aseguraron que hubo fraude electoral, con una hermosa excepción: la doctora Cynthia Viteri fue la única que al ser entrevistada dijo con gran hidalguía que agradecía a quienes la apoyaron en las urnas y que ella aceptaba con gusto las decisiones tomadas por sus conciudadanos puesto que el pueblo es quien escoge a sus gobernantes y sólo debe haber un vencedor; que seguiría trabajando por su pueblo. Maravilloso, eso es saber perder.

Pienso que todos debemos aprender de esa actitud tan inteligente, eso demuestra la calidad moral y la valentía de aquella doctora, además pone de manifiesto el respeto y la credibilidad que la ex candidata tiene por las Instituciones estatales de su país.

Según algunos diarios, en los comicios del domingo en Ecuador, el multimillonario señor Noboa, quien no obtuvo el respaldo del electorado que él esperaba y hubo de enfrentar un aplastaste revés electoral frente a su contendiente de izquierda, ha impugnado las elecciones, no acepta su clarísima derrota. Ese señor desea un recuento voto a voto. Debería aprender a ser buen perdedor como su paisana que ha dado ejemplo de cómo debe ser nuestro comportamiento ante el fracaso.

Los partidos políticos


En este año ha habido algunas elecciones presidenciales en nuestro continente americano. Resulta supremamente interesante escuchar o leer las propuestas de los candidatos pues, según la idiosincrasia y las vivencias socio económicas de cada país éstas suelen poseer tintes muy variados.

De todas maneras hay algunas semejanzas pues el vaivén político latinoamericano, aunque ha pasado por algunas etapas, peligrosamente se acerca a situaciones de ingobernabilidad en algunos lugares, pero ese será tema para una próxima entrega. Hoy voy a centrarme en unas frases que se han escuchado últimamente en las campañas políticas:

“Los viejos partidos políticos han llevado a la ruina a…”

“Derrotaremos a los partidos tradicionales”

“Lucharemos contra la partidocracia…” (Término muy poco usado en la literatura académica de Ciencias políticas.)

“Digamos no al los partidos políticos y sí los independientes…”

Los partidos políticos son personas jurídicas de derecho privado que surgen como manifestación de la democracia. Si ellos son un grupo de personas, muchas veces numeroso que se manifiesta a favor de ciertas tendencias ideológicas y si alguno de sus miembros quiere llegar a la primera magistratura de su país para llevar a efecto sus muy particulares filosofías, no creo que ese partido por ser de vieja o nueva data sea el responsable de la ruina, la dicha o la desdicha de un conglomerado.

Una cosa es un partido político y otra muy diferente los métodos empleados por los diferentes gobernantes para aplicar sus doctrinas.

Aquellos candidatos que se suben a un escenario a gritar a los presentes que “derrotarán los partidos tradicionales”, primero deberían explicarle al vulgo qué es un partido político y, sobretodo, hablar de cuál es su ideología verdadera y si esa tendencia es factible aplicarla en su país.

El candidato que en cambio de exponer a sus seguidores lo concerniente a sus planes de trabajo para reactivar la economía o sacar de la miseria a sus conciudadanos, les alienta para que vayan en contra de otros y su discurso se basa en “derrotar a la partidocracia”, resulta ser alguien con un horizonte muy reducido pues no podemos limitarnos a despotricar contra lo establecido sin dar verdaderas soluciones a los problemas que acosan a la mayoría.

Querer desconocer a las agrupaciones políticas sería como negar la vocación política del ser humano, pues siendo un ente sociable no solo es sujeto de derecho sino que también tiene el deber de intervenir en política con el ánimo de un mejor devenir de su pueblo.

Desde mi punto de vista, no debe candidatizarse a dignidad alguna a una persona que no ha declarado de qué lado está, esto es, cuál es su ideología política, de qué lineamientos se valdrá para ejecutar los supuestos planes en la labor que desempeñará. Es muy fácil decir: “soy independiente”, pero ello es más aplicable a lo relacionado con la labor económica.

Y lo que es más absurdo es que esas personas que tan mal hablan de los partidos políticos han tenido que “fundar” uno para candidatizarse; con símbolos, emblemas y distintivos propios de aquellos grupos que supuestamente tanto odian. Así que es incoherente su dicotómico discurso.

Los reinados de belleza


Siempre me he preguntado por qué existen tantos reinados, sobretodo en nuestra América Latina. Algunos dicen que ellos nacieron a raíz de la puesta en boga de los cosméticos, otros de los trajes de baño… Sea como fuere, no creo que para anunciar dichos productos fuera necesario invitar a chicas para que pasen por un examen minucioso, cual ganado dispuesto para la venta, no solo ante un jurado sino frente al público que muchas veces se porta cruel al momento que no le parezcan tan hermosas las candidatas.

¿Acaso quienes fungen de jurados en esos certámenes son expertos en belleza?

¿Qué parámetros siguen para asegurar que una es más bella que la otra?

¿Por qué hacer un tipo de evento que a todas luces envía un mensaje negativo a quienes lo presencian?
¿Acaso las mujeres valemos únicamente por el aspecto físico?

¿No sería mejor que anualmente se promuevan concursos intelectuales sobre quién tiene mejor cultura general y no quién tuvo más plata para, mediante cirugías, aparecer como la más "bella"?

¿Qué mensaje están recibiendo nuestros hijos con todo el circo que representa un reinado? (Con el perdón de los circenses)

El dinero que desembolsan las respectivas administraciones en esos eventos sin sentido sería mejor invertirlo en obras de desarrollo, en algún tipo de pequeña industria que fomente el trabajo y sea una ayuda para que la desocupación no devenga en delincuencia.

Siempre están quejándose los gobiernos seccionales de falta de recursos económicos para obras de infraestructura y otros, ¿a qué esperan para dejar los reinados absurdos y realizar algo realmente relevante para la sociedad?

Es mi parecer que la estrategia de hacer reinados de belleza es la misma del fútbol: embaucar a la gente, darles una especie de droga que los mantenga en la inercia para que no reclamen a sus respectivos gobiernos por las malas administraciones.

Los correos "rápidos"

Si bien estamos en la era Internet que en contados segundos podemos comunicarnos con personas que viven allende los mares, no es lo mismo cuando se trata de hacer llegar un paquete al otro lado del mundo o a un país vecino.

Aunque existen empresas muy eficientes dedicadas a prestar este servicio y podemos seguir el rastro de nuestro envío mediante una dirección electrónica, esos servicios tienen precios supremamente elevados para el común de los mortales y aunque tengan garantía de rapidez y seguridad muchas veces se busca una empresa un poco más económica.

En estos días una amiga me contó que un colombiano residente en Ecuador necesitaba urgente un documento para lo cual habló con su familia y se lo enviaron desde Bogotá por Servientrega el viernes 27 de octubre. El familiar le dio telefónicamente el número del envío y la consigna dada por la susodicha empresa: será entregado en tres días.

Se supone que si desde Bogotá a Quito cualquier persona, si se lo propone, puede llegar en auto en 24 horas, ese correo podría ser entregado en 48 horas dado que existen muchos vuelos diarios en esas direcciones, por lo menos sé que Avianca cuenta con 3 vuelos diarios en esa ruta.

Si los portadores de paquetes y correos cobran un costo elevado, igualmente deberían asegurarse de dar una asistencia excelente a sus clientes, pero no ha sido así. El 31 de octubre aseguraron que el documento aún estaba en su lugar de origen. El miércoles 1 de noviembre expresaron que recién el día anterior lo habían enviado los receptores desde Bogotá y que lo entregarían el lunes o martes de la semana siguiente porque se venía encima un "puente" vacacional.

¡Maravilloso!
¿Es esa una atención idónea?

¿Para qué se paga tanto por un servicio pésimo?

El lunes 5 aseguraron que no habían abierto los paquetes aún pero que entregarían el documento en la tarde, así que el interesado pidió que de ser así lo envíen a la agencia de San Rafael que le quedaba más cerca de su residencia. Ese mismo día se acercó a las 4:45 de la tarde:

-Buenas tardes…
-¿En qué podemos “ayudarle”?

- ¿Ayudarme? No estoy enfermo, muchas gracias. Pensé que en esta empresa prestaban servicios postales y me hablan como que se tratara de un puesto de socorro.
- Somos de Servientrega…

- Sí, así parece. Me dijeron los de la central que me traerían un sobre.
- Sí señor, ¿tiene el número de guía?
- Aquí está.

- No señor, aún no nos llega, venga mañana a esta misma hora…

El chocolate santafereño




Sin duda todos quienes hemos vivido en la capital colombiana alguna vez nos detuvimos a percibir un aroma exquisito que nos invitaba a recibir las agradables calorías de un delicioso chocolate preparado con no sé qué clase de especias que lo han hecho único, así como el lugar en donde lo venden: “La Florida”.

Me enteré que ha cumplido en estos días 70 años de existencia. Le conocí en la carrera séptima con calle 21 y ahí sigue, probablemente es de los sitios santafereños que guardan infinidad de maravillosas historias.

Fue allí en aquel lugar en donde mientras degustábamos un delicioso chocolate calientito, que Pepe, quien ahora es mi esposo, me propuso aquello y al calor de la “afrodisíaca” bebida y el encantador murmullo de las parejas le dije que sí. Desde aquel entonces supe que estar enamorados es algo realmente fantástico.

Ese sitio en verdad no tiene nada de romántico: la gente, en cantidades “industriales” se acerca buscando una mesa, unos llegan, otros se van; la mayoría están felices, otros se les puede observar apurados; algunos se notan muy preocupados, otros distraídos o leyendo.

Lo más curioso de todo es que jamás he visto en ese lugar a una pareja infeliz. Las mesas parecen estar adaptadas para ellas, para que el uno esté frente a la otra. Muchas veces estuvimos allí con nuestros hijos y aún me parece escuchar sus alegres y amadas voces pedir que les sirvan el exquisito chocolate con pan francés.